Nada de nada. Quien eche la vista atrás, a hace cuatro años, y se pare a reflexionar tan solo unos segundos, que son más que suficientes, puede responder fácilmente a varias preguntas, ¿en qué han avanzado Cuenca y su provincia? ¿Qué proyectos se han culminado en este más que generoso tiempo? ¿Qué motivaciones o alicientes pueden tener los ciudadanos para quedarse a vivir en esta tierra? ¿Y para emprender un negocio?
Nada más lejos de la intención de estas líneas que la de que sean agoreras. Una cuestión es criticar por el mero hecho de hacerlo y otra muy distinta evidenciar, con realidades o más bien la falta de ellas, lo que ha dejado de acontecer en la capital y en el resto de municipios en estos cinco años de gobierno de Sánchez, los ocho para doce de Page y los cuatro para ocho de Chana en la Diputación de Cuenca y de Dolz en el Ayuntamiento. Todos del Psoe, por cierto, como le gusta recordar y en lo que se escuda para apoyarlos el socialista de nueva generación, responsable de Cuenca Nos Une, Isidoro Gómez Cavero.
La ciudad sigue sin hospital. El viejo se cae a pedazos y el nuevo aún no está operativo. Recordemos, su construcción la anunciaba otro insigne de la rosa y el puño castellanomanchegos, el ex responsable de la Junta, José María Barreda, allá por 2007. Hace ya la friolera de 16 años. En 2011, se colocaba la tradicional primera piedra. Y hasta hoy. Casi dos décadas sosteniendo un proyecto que no acaba de finalizarse. ¿Quién compensa a los conquenses por este tiempo perdido de promesas y prórrogas injustificables? Siguiendo con los logros de estos últimos cuatro años, la ciudad continúa sucia y descuidada, por mucha prisa que se hayan dado desde el gobierno municipal en pintar algunos pasos de cebra en estas últimas semanas y de cara a las elecciones. El servicio de autobuses, promesa eterna de los diferentes alcaldes, es claramente mejorable, así como los parques infantiles y zonas verdes. ¿Qué añadir del turismo? Pues poca cosa más. La promoción de la capital sigue siendo moderada, poco que resaltar porque las cifras de visitantes no acompañan. En cuanto a eventos, si el Festival de Otoño pretende convertirse en el adalid de la cultura conquense, entre hiphoperos y grafitero, arreglados vamos. Nada se sabe de las empresas e inversiones millonarias anunciadas por Dolz, el famoso Toro Verde habrá que ver en lo que queda y el Bosque de Acero sigue a la espera del reciclaje anunciado por el alcalde y su compañero Page en reiteradas ocasiones. Por cierto, peor el remedio que la enfermedad, como se suele apuntar popularmente. Ahora la explanada se ha convertido en un cúmulo de decibelios que tortura a los vecinos del lugar, incluida la Residencia de Mayores de La Alameda y el Hospital Recoletas, todos los fines de semana del verano. Podríamos continuar con patrimonio, el edificio de la Calle de los Tintes en ruina o las grietas, sin resolver, de la Iglesia Virgen de la Luz. No nos olvidemos del hundimiento del muro de la Calle Canónigos y, todavía están por ver, las escaleras mecánicas al Casco Antiguo, anunciadas hasta la saciedad desde hace años ¿Cuándo estarán operativas? ¿Cuál será su coste? ¿Cuánto durarán? Y, sobre todo, ¿Qué efectos va a ocasionar su construcción? ¿Peligra alguna zona histórica? Ya veremos… Podemos seguir con los interrogantes. ¿Para cuando un museo del escultor Marco Pérez? ¿Por qué y para qué sigue abierto el espacio de Roberto Polo? Un capricho de Page y algún subalterno que nos cuesta millones de euros y que no revierte en visitantes y en ganancias a la ciudad… Y así, un suma y sigue de cuatro años de retroceso y paralización.
En cuanto a la Diputación de Cuenca, poco o nada se puede hablar de proyectos. Ni Parque Científico y Tecnológico, ni los de Bomberos, ni carreteras ni caminos arreglados. Tampoco del apoyo y ayuda a los municipios sobre todo a revertir el grave problema de la despoblación. Chana y su remodelada banda, para los futuros cuatro años, seguirá plegándose a los intereses de la Junta y soltando la pasta que le pidan para que, al final, se diluya o directamente se vaya a otros puntos de la región. Lo de defender Cuenca, se lo dejamos a otros.
Tampoco podemos, desde Cuenca y sus pueblos, disfrutar de más kilómetros de autovías. Este capítulo se lo dejamos a la Junta de Comunidades y al Gobierno de España. Ni a Albacete, ni a Teruel, ni tampoco a Guadalajara. Las carreteras infernales y en mal uso siguen siendo las protagonistas de nuestra provincia. Y, de nuevo, las promesas incumplidas. Las Confederaciones Hidrográficas acarrean más dejación de funciones que en la vida, la Sanidad, tanto consultorios como en horarios de médicos, la peor de los últimos años y en cuanto a inversiones de empresas e impulso de nuevos negocios, para qué vamos a hablar. Cierres y pagos exorbitados de luz y combustible… Y ninguna ayuda. Por cierto, ¿Qué hay de la Comisaría? ¿Y del Centro de Estudios Penitenciarios?
Esta sutil radiografía de lo que ha acontecido en la provincia conquense estos años se queda corta. Pero no es cuestión de extendernos más. En algo si que, hay que reconocer, han funcionado a la perfección los gobiernos socialistas nacional, regional y provincial. En dejar a Cuenca sin tren. Un año hace ya del cierre oficial, precedido de una larga enfermedad. Como la seda ha ido el maléfico plan. Y el de obviar los 24.000 millones de euros para remodelarlo. Que se lo lleven otros. Ea.
Texto: AGA
Imagen: Estación de tren de Cuenca, cerrada en julio de 2022