Recurrentemente, y como no podía ser de otra manera, estos días la sociedad comenta extrañada sobre las temperaturas inusuales que estamos viviendo a lo largo de esta ya mitad de otoño. Se habla de unas temperaturas que superan todas las conocidas desde que existen
registros. La palabra en boca de todos es la de que “el cambio climático no cesa”. Pues bien, efectivamente, soportamos unas temperaturas inusuales para esta época, como lo fueron las del pasado verano; y no es menos cierto que el clima se está comportando de una manera anormal para lo que nosotros hemos llamado “normal” en el periodo que vive un ser humano sobre la tierra, que es a todas luces insignificante a juzgar de los 5.500 millones de años de la misma. Vivimos en un periodo que va a sufrir bruscos cambios de temperaturas como ya estamos padeciendo. A la vista de lo conocido por datos y secuencias objetivas, la falta y reducción progresiva de agua en muchos lugares de la parte emergente de la tierra es la tónica dominante en los últimos decenios. A buen seguro estamos dentro de un cambio climático mucho más duro y drástico de lo que nos están anticipando, lo cual no cuadra con la falta de medidas eficaces que hagan que nuestra civilización se adapte a lo que tenemos, o a lo que está por venir. Chirría que el agua pueda ser uno de los elementos de mayor peligro por escasez en los próximos años, tanto por sobreabundancia momentánea e inesperada, como por su ausencia progresiva. Y que a la vez nuestros dirigentes se dediquen a aparcar proyectos para realizar nuevas retenciones y almacenamientos de agua; destacando por el contrario para PROYECTAR la destrucción sin sentido de muchas presas y azudes, como así está ocurriendo en los últimos años.
Como decíamos, temperaturas en muchos casos nunca recogidas desde que se tienen registros; pero a la vez catástrofes naturales nada relacionadas con el cambio climático como la erupción el 20 de diciembre pasado y explosión el 15 de enero del volcán submarino Hunga Tonga.
A la mayor parte de la población a quien se le pregunte nos dirá que los efectos de este nada usual calor veraniego y ahora otoñal es consecuencia del cambio climático; sin embargo estos mismos, a buen supuesto, desconocen por completo la erupción de este volcán y las consecuencias de las que ya nos alertaban algunos científicos a finales del mes de febrero. El Hunga Tonga es un volcán submarino situado en el Pacífico sur, a unos 150 metros bajo la superficie del mar. Cuando se produjo la erupción en el mes de diciembre, fueron alertadas por tusnami las costas de México, Samoa, Nueva Zelanda, la costa oeste de EEUU, parte de Rusia, Japón, Chile, Ecuador, Centroamérica, etc. Un tsunami que recorrió el mundo entero de una u otra manera, como lo hizo el brutal sonido de su explosión que recorrió de dos a cuatro veces la vuelta al mundo.
Sin embargo, la consecuencia más nociva de esta erupción es sin lugar a dudas la explosión que tuvo lugar el 15 de diciembre de este año 2022. Esta explosión, proveniente de este volcán situado a semejante profundidad en el mar, provocó el lanzamiento a la estratosfera de tal ingente cantidad de vapor de agua como para provocar un calentamiento global que estamos padeciendo. Así está sucediendo en la superficie de la tierra y pudiera durar entre 24 meses y cinco años; sin perjuicio de lo que, ya sí, el cambio climático nos pueda traer después. Más de 140 millones de litros de vapor de agua fueron inyectados en la troposfera provocando reacciones químicas que pudieran afectar incluso a la capa de ozono, absorbiendo la energía del sol, e impidiendo que esta se refleje, lo que provoca un efecto invernadero nunca antes conocido, dependiendo de cómo se mueva toda esta masa por la troposfera y a que zonas de la tierra, tiempo y época, afecte con mayor virulencia..
Hubiera sido razonable, nosotros decimos OBLIGADO, que la sociedad hubiera tenido conocimiento puntual de esta explosión JAMÁS ANTES CONOCIDA POR LA HUMANIDAD; catástrofe que afecta hoy a la vida sobre la tierra y que algunos conocíamos desde los primeros meses del año. Según informes científicos poco divulgados, unas temperaturas nada usuales íbamos a sufrir para el verano que se nos avecinaba.
La sociedad mundial financia y mantiene los servicios públicos preguntándose de la insistencia en el cambio climático culpable para todo (cambio de consecuencias a nuestro juicio mucho peor de lo que aún pronostican los que soslayan acontecimientos como este) y se ocultan sucesos objetivos como el que estamos contando aquí, y por el que se ha pasado de puntillas a cargo de nuestros dirigentes. Quizá se deba a que verdades como puños, como lo es este acontecimiento objetivo y natural, pueda interferir en sus nefastas políticas energéticas para la sociedad: meternos con calzador el motor eléctrico y baterías aún ineficientes; escondiendo en el armario la energía de la biomasa; volar sin sentido las centrales de generación eléctrica; prohibir las prospecciones petrolíferas; transportar gas licuado del que se emiten toneladas de metano (nefasto para el calentamiento global) y empobreciendo mas a la sociedad si cabe en este momento.
Ahora, me gustaría que nos contaran como se lucha contra este acontecimiento objetivo y real si sus efectos no provienen de las emisiones antropogénicas, como las de los diesel (que tenían los días contados). Claro que a la vista de los acontecimientos diarios, cualquier día vemos en el boletín oficial al Dios Vulcano o a Poseidón entre las listas de morosos por emisiones no autorizadas en el Tonga, fundamentadas en “impuestos de solidaridad”. No desesperen que todo puede ser.