El pasado 4 de febrero se celebró como todos los años el día mundial contra el cáncer. Una enfermedad que supone, junto con las enfermedades cardiovasculares, el problema más importante de salud pública de nuestros tiempos a nivel mundial, siendo una de las mayores causas de mortalidad en la actualidad.
El cáncer en España es la primera causa de muerte en hombres y la segunda en mujeres, según los datos que aporta la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) en su informe Las cifras del cáncer en España 2020.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que entre un 30% y un 50% de los casos de cáncer son evitables, ya que son debidos fundamentalmente a distintos factores de riesgo que en cierta medida podemos controlar y que vamos a ver en el desarrollo de este artículo.
Al drama de los datos de mortalidad, hay que añadir una serie de factores relacionados con la morbilidad de la enfermedad y la afectación social de la misma que merman en gran medida las capacidades de funcionamiento en las personas de una determinada comunidad. En resumen, el cáncer afecta a nivel de salud comunitaria en:
- Años de vida perdidos por muertes prematuras.
- Carga económica por la productividad ausente.
- Costes de diagnóstico y tratamiento.
- Calidad de vida de los enfermos y por tanto de la comunidad.
- Mayor desigualdad y vulnerabilidad social.
Nuestra forma de vida y el ecosistema en el que se desarrolla nuestra convivencia es sin duda un factor esencial en la incidencia del cáncer, que se añade en gran medida a otras causas etiológicas de carácter más fisiológico y sobre las que nuestra mejor arma son las revisiones médicas periódicas que faciliten una detección precoz.
En todo lo referente a la prevención tenemos varias metas frente al cáncer, fundamentalmente a través de los datos que nos ofrece la investigación y el conocimiento epidemiológico. Aplicar estrategias preventivas siempre de base científica nos llevarán a una clara disminución de la incidencia acorde con los cálculos de la OMS que he indicado al inicio.
Como tantas veces que hablamos de un problema de salud pública, aun teniendo en cuenta que el cáncer no distingue de clases sociales en cuanto a prevalencia, la evidencia científica muestra que existen unos condicionantes sociales que son determinantes para la enfermedad muy a tener en cuenta en el abordaje de las estrategias promoción de la salud, cuidado y tratamiento. Nos encontramos ante un problema complejo, de carácter multinivel. A los métodos epidemiológicos, tenemos que añadir otras herramientas derivadas de disciplinas como la economía, la sociología, la antropología o la ciencia política entre otros. En este sentido, añadir que, en el año 2019, casi el 70% de todas las muertes por cáncer registradas en el mundo se produjeron en África, Asia, América Central y Sudamérica, continentes cuya mayoría de países se encuentran categorizados como países en desarrollo y que cuentan con escasos recursos con para aplicar a sanidad.
Pero volvamos al concepto de prevención. El comportamiento, la actitud personal y de la comunidad o las aptitudes de las personas que la conforman, así como el grado de calidad del sistema sanitario determinaran en gran medida el éxito de las distintas medidas que se implementen. En cáncer hablamos de tres tipos de prevención:
-Prevención primaria: Aquellas actuaciones realizadas en grupos de personas sanas, con el objetivo disminuir la incidencia del cáncer. Si atendemos a las recomendaciones del Código Europeo contra el Cáncer, recomendaciones emitidas conjuntamente por la OMS y la Unión Europea, los grandes factores sobre los que influir son: Índice de Masa Corporal –IMC- y el peso corporal, sedentarismo, mala alimentación, consumo de tabaco y alcohol y los ambientes laborales y de vivienda.
También es importante tener en cuenta la afectación del medio ambiente, en el que factores como la radiación solar, radiaciones de alta frecuencia, el radón-que se acumula especialmente en los edificios residenciales- y una enorme lista de sustancias químicas que nos encontramos en aire, agua y alimentos tienen una amplia actividad carcinógena. Como veíamos hace unas semanas, el medio ambiente nos devuelve aquello que nosotros le damos y por tanto debemos cuidarlo si queremos gozar de una buena salud.
-Prevención secundaria: Fundamental realizar exámenes médicos periódicos, que nos facilitará poder intervenir en la fase preclínica del período patogénico, con el objetivo de disminuir la prevalencia del cáncer al detectar precozmente el proceso patológico, impidiendo así su progresión. Fundamental los controles médicos periódicos con especial atención a los cribados de cáncer colorrectal, de mama y cervicouterino, o la vacunación en el caso de hepatitis B en recién nacidos o el virus del papiloma humano en niñas.
-Prevención terciaria: Las actuaciones dirigidas al tratamiento de lesiones precancerosas o cancerosas iniciales detectadas en la prevención secundaria o bien actuaciones sobre personas enfermas con cronificación o secuelas del proceso dirigida al tratamiento y rehabilitación física y psíquica y reinserción social del individuo.
Como conclusión, el abordaje del cáncer desde el punto de vista preventivo supone un cruce multifactorial que obliga a actuaciones tanto en el terreno sanitario como en el social. Aquello de “salud en todas las políticas” de la declaración de Helsinki en 2013, se pone en valor en actuaciones que deben cruzar cuestiones epidemiológicas y estadísticas con otros factores como el medio ambiente, la economía, el nivel educativo, la dependencia y los problemas sociales entre otros de una determinada comunidad que nos pone a los sanitarios y agentes sociales el reto de elaborar actuaciones adaptadas a distintas circunstancias cuyo resultado suponga un alto impacto en la disminución de la incidencia del cáncer.
Como decía un mediático doctor en los 80, prevenir es curar y yo añado en el caso del cáncer, más.