Todos los pueblos miran desesperados el teléfono o el telediario esperando un anuncio venidero de lluvia. Por igual un agricultor y un banquero, porque la sequía nos incumbe a todos, aunque a algunos de forma más directa. Ya se teme que el cereal luche por espigar sin agua y se produzca la pérdida irreversible. La carestía de lluvia coincide, además, con una preocupante plaga de conejos; se les ve conquistando parcelas ya maltrechas, mucho conejo y poca siembra: nefasta combinación.
La preocupación crece en muchas casas por una realidad tozuda con tres vertientes: la falta de lluvias, los conejos hambrientos y el incremento del precio de suministros. Una gran bandada de palomas se añadía al festín esta mañana. Una pareja de corzos, a lo lejos, también rebuscaba entre lo más verde a pie de monte. La belleza convertida en tragedia.
A menudo cruzo por el trasvase Tajo-Segura a diferentes alturas según la ruta por carretera, sobre todo por Palomares y Belmontejo. Desde hace muchas semanas se ve su caudal al máximo. Mientras lamentamos la imagen de las esqueléticas siembras, un río artificial de agua limpia viaja por nuestros campos con otro destino, como si un camión de embutido cruzará un barrio hambriento sin parar. No cuestiono su necesidad o conveniencia, pero me acuerdo de la fiesta que montó García-Page cuando los tribunales anunciaron hace poco que se iba a mutilar el trasvase para garantizar el caudal ecológico del Tajo.
Me gustaría que Page explicase qué celebra: su tierra se seca, sus siembras se pierden, se pueden adivinar restricciones para consumo humano, pero el trasvase sigue a pleno rendimiento y él permanece callado. Ojalá nos cuente qué beneficios supone para nuestra región y nuestra provincia, porque hasta ahora la noticia que vincula a García-Page con el agua se encamina más bien a la corrupción y a la denuncia interpuesta por un grupo de regantes atrevidos contra la gestión negligente de la Confederación Hidrológica del Guadiana.
El expediente parece tan complejo que quizá sean capaces de opacarlo, como ha hecho Meritxell Batet borrando los registros de las reuniones del Tito Berni en el Congreso, y como se intentó con los ERE de Andalucía cuando mandaron a la valiente jueza Mercedes Alaya y su maleta llena de folios a otro viaje menos hiriente. En este caso, los agricultores se han querellado por la presunta malversación de 1.200 millones de euros de fondos europeos por falsear datos de masas de aguas que pertenecen a la cuenca del Júcar y se imputaron a la del Guadiana para pescar subvenciones. Los regantes de Rus-Valdelobos tienen razón, confiemos en que la justicia pueda escarbar con libertad en esta trama para identificar las irregularidades cometidas durante estas décadas de gobiernos socialistas en la región. Estas aguas son más turbias que las del trasvase.
Hace siete años, el artista y escritor villaescusero Adolfo Martínez legó su obra póstuma: La sequía. Una breve novela imprescindible para entender cómo se activan los resortes del mundo rural ante uno de sus mayores temores: la falta de agua. Desde la primera página, un personaje reclama que “el agua es de quien tiene sed”. Y tenemos sed de justicia pacífica y de riqueza agrícola.