La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

La España medio vacía o medio llena


Estamos tan acostumbrados a hablar de la España vacía que parece que hace veinte años en mi pueblo había hospital universitario y en la capital ataban los perros con longaniza a los rascacielos de la City of Cuenca. Lo de la España vacía se ha convertido en un mantra aunque la mayoría de conciudadanos no haya leído a Sergio del Molino y le hayan prostituido la marca con fines políticos como España Vaciada. Y así, estos días una encuesta le ha otorgado a ese hipotético partido político un número de escaños en las próximas elecciones generales (15) que le bastarían para actuar como contrapeso de poder en el congreso de los diputados: ni de izquierdas ni de derechas, de campo.

Al hilo de la encuesta, quién sabe si alumbrada al calor del anuncio de unos Presupuestos Generales del Estado para 2022 que vuelven a denigrar al interior peninsular en favor de las autonomías nacionalistas, el jefe de opinión del mismo medio digital que la publicó difundió un desafortunado tuit: “por este camino, el de la boina, los dialectos inventados y el catetismo de aldea y párroco con trabuco, nos cargamos el país. Por si no teníamos suficiente con Cataluña y el País Vasco, ahora llegan los agraviados por las lindes a vivir del cuento”.

La interpretación del mensaje deja poco margen a la imaginación porque resulta bastante explícito tanto en intención, aviso de fragmentación del país, como en trasfondo, los paletos sin amplitud de miras. Me interesa más la respuesta en forma de precioso hilo ilustrado que lanzó un agricultor de la comarca, célebre tuitero de alias Tractorista de Castilla, y que incluyó mensajes del tipo: “si el campo desaparece, nos faltará el día de mañana un patrimonio que va más allá de lo que uno se pueda echar a la boca; faltará una experiencia del trabajo de la tierra; faltará una memoria”.

A sabiendas de que la tierra como sustrato productivo no desaparecerá, al menos mientras sea mínimamente rentable, lo relevante será preguntarse quién echará de menos ese patrimonio, esa experiencia y esa memoria. El fascinante Imperio Inca se diluyó en la historia y solo nos quedan las ruinas de un mundo mágico que admiramos pero no lloramos. Más cerca: el declive del Sacro Imperio Romano Germánico no ha supuesto trauma alguno a ningún contemporáneo con delirios de grandeza. Mucho más cerca: algunos vecinos de mi pueblo nacieron en aldeas locales ya extintas como El Colmenar o Casablanca y, salvo trazas de morriña infantil, no añoran nada de aquellos villorrios campestres.

Y puesto que nadie nos va a regalar nada ni nos va a echar de menos, por mucho que nos pese, más nos vale hacernos valer por nosotros mismos. El anteriormente citado tractorista destaca con éxito en el cultivo del lavandín, los pedroñeros triunfan gracias al oro morado, en Motilla ensamblan componentes electrónicos para automoción y, desde mi pueblo, se ofrece calidad diferenciada, entre otros, en quesos, iluminación artística, fertilizantes ecológicos y corderos manchegos.

Así las cosas, la perspectiva de nuestro mundo rural quizá deba priorizar la diferenciación positiva antes que la imagen de plañidera vilipendiada. Como se leyó aquí en un editorial hace pocas semanas, flaco futuro tiene un partido político que ya desde el nombre vende un producto pesimista y alicaído. Quizá la provincia esté más medio vacía que medio llena, quién sabe, pero la mirada personal debe descubrir las bondades y demostrar más la satisfacción propia que el llanto ofendido. Los que aquí habitamos somos conscientes de nuestra calidad de vida en términos de suficiencia económica, acceso a la cultura, respeto al medio ambiente, cercanía humana y hábitos saludables innatos por ausencia de contaminación y alimentos de proximidad. Resulta quizá preocupante que todavía haya que recordar que ya no se siega con la hoz.

Recuerdo haber asistido en familia a aquella gran marcha de la Revuelta de la España Vaciada en Madrid en marzo de 2019 y, una vez allí, sospechar que un soriano no estaría preocupado por el agua de los regantes de Las Mesas ni un turolense defendería con vehemencia un autobús que va de Henarejos a Valencia. Coalición Canaria, por ejemplo, tiene éxito porque solo tiene que estirar de un extremo de la cuerda en dirección al suroeste, pero ¿cómo se podría conjugar un conglomerado de intereses provincianos en forma de partido político? Si ni siquiera somos todos los conquenses capaces de unirnos en la lucha por proteger un servicio público arrebatado como el tren convencional porque la patronal y los gobiernos socialistas asumen y defienden su amortización.

Del mismo modo que en 2011 el descontento popular se canalizó en el 15-M y desembocó en Podemos, ahora los socialdemócratas, igualmente decepcionados por un gobierno socialista como entonces, canalizan su indignación a través de una defensa localista con la posibilidad de que desemboque en el partido político de la España Vaciada. El PSOE avivó la llama en 2011 y también está dispuesto a hacerlo ahora porque sus dirigentes son conscientes, y así consta en los debates de su reciente congreso en Valencia, de que han abandonado el mundo rural. Por eso ven con buenos ojos la aparición de esta alternativa que les permita, como Teruel Existe, apuntalar su difuminado proyecto político. Piden a los ciudadanos amplitud de miras cuando Pedro Sánchez se limita a ser crupier de euros en base a intereses personales. Y las plataformas ciudadanas que orbitan alrededor del concepto de la España Vaciada vienen, precisamente y con razón, a reivindicar que ese reparto no debe limitarse a un tema identitario bien exprimido en territorios como Euskadi sino que debe introducir nuevas variables distributivas en el aspecto puramente económico en pos de una igualdad constitucional en derechos, servicios públicos y oportunidades de desarrollo.

El PSOE ha abandonado de forma nítida el mundo rural para centrarse en el ámbito urbano y en la connivencia con el nacionalismo vía indultos y blanqueamientos, de ahí que sus resultados electorales sean mejores en las grandes periferias y que aguante el tirón en las autonomías separatistas. Y como son conscientes de que no recuperarán el terreno perdido, abonarán el camino de la España Vaciada como alternativa. Algunos políticos se han empeñado en insistir que el campo es conservador. No es que los pueblos conquenses “sean de derechas”, es que, en general, la concepción del fruto del trabajo y del esfuerzo personal de esta áspera tierra casa mejor con un ideario conservador que valora el sacrificio, más allá del complejo debate sobre la meritocracia, que con las propuestas progresistas que conocemos en nuestra región: el enchufe, el clientelismo, el subsidio, el igualitarismo por abajo y el discurso hipócrita. Quién sabe si, ahora que comienzan los actos conmemorativos por los cuarenta años de la autonomía, el socialismo regional hará autocrítica. Spoiler: no. Se vanagloriarán a pesar de que Castilla-La Mancha siga a la cola en la mayoría de indicativos socioeconómicos.

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