Dentro de unas semanas, Alberto Núñez Feijóo desembarcará con halo de redentor en Madrid después de la profunda crisis de credibilidad, de posicionamiento y de ilusión que ha sufrido el Partido Popular en fechas recientes.
Muchos mantenemos la prudencia ante lo venidero porque somos conscientes de que no le va a resultar nada fácil ganarse la confianza de una mayoría suficiente en el amplio espectro electoral y de que va a tener que lidiar con aquellos que intenten arrimarse de forma interesada al calor de la lumbre interna. Sin embargo, consideramos que el tiempo va a jugar a su favor: cada solvente predicación devolverá a casa a nuevos “hijos pródigos”.
Este pasado miércoles, el gallego anunció en su tierra que se lanzaba al mayúsculo reto de convertirse en el próximo presidente del gobierno de España. He aquí la preclara presentación que él mismo hizo de su perfil político, con algunas anotaciones personales entre paréntesis:
Sé lo que significa gobernar. (No como Junqueras o Puigdemont, que se desentendieron del concepto de la gestión para abrazar el de la excusa en forma de opresión y llanto).
No soy un político de manual. (No como Pablo Casado, impecable en la forma pero pusilánime en el fondo).
No creo en los laboratorios políticos. (No creo en Iván Redondo ni en los gurús sociológicos de la posmodernidad).
No soy un político con un par de tuits y una tertulia al día que cree que ya cumplió su jornada laboral. (No me parezco ni a Gabriel Rufián, ni a Pablo Echenique, ni a “cosas” de esas que ahora proliferan como percebes en roca de mar).
No soy un político que empieza y acaba en un eslogan, con independencia de su contenido. (No soy como Pedro Sánchez, actor de anuncios publicitarios con rima fácil y decisiones volubles).
No soy un político que va avanzando y creciendo sin haber tenido que tomar nunca una sola decisión. (No soy como Santiago Abascal, es evidente).
No soy un político comentarista sino un político de hechos. (No soy un predicador de teletienda como Pablo Iglesias, obsesionado con el discurso ideológico pero fracasado en la toma de decisiones, como demostró abandonando el barco del gobierno en pocos meses).
No soy un recién llegado ni una incógnita. (No soy como Albert Rivera, que se jubiló como incógnita, ni como Bea Fanjul, que acaba de llegar entre interrogantes fundados).
No soy un político que se cree que no tiene defectos; tengo mi modo de ser, mi modo de hacer y mi modo de pensar. (No esperéis de mí un mesías al estilo de Yolanda Díaz que, de forma compasiva y puntualizando su pereza personal, repite que no se haga su voluntad sino la del “pueblo”).
Tengo una vida, una trayectoria y una experiencia; para bien, para regular y para mal. (Soy persona, neng).
Es lo que ofrezco a este partido: todo lo que he hecho, todo lo que puedo hacer y todo lo que soy. (Demostraré con paciencia y sobriedad, como gota que horada la piedra, que merezco ser presidente de España).