La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

La sucia paradoja de Chana


Es probable que el lector ignore que en un pueblo de Cuenca, cercano a la autovía A-3 que comunica Valencia con Madrid, existe un lugar llamado Almonacid del Marquesado al que se dirigen cada día decenas de camiones de residuos industriales que vuelcan su contenido en un colosal recinto de más de cien campos de fútbol de extensión.

Se trata del mayor macrovertedero privado de residuos industriales de España y cobija en gigantescas celdas de almacenamiento desde el lodo maloliente de depuradoras públicas a residuos hospitalarios y oncológicos pasando por barnices tóxicos y basuras variopintas.

El pasado fin de semana se produjo un incendio en el vertedero. Afortunadamente, no hubo que lamentar víctimas y los servicios de extinción consiguieron acotar con celeridad la expansión del fuego a pesar de que la instalación se ubica en la falda de una zona de monte de la sierra Jarameña que se extiende hacia el norte en dirección a las ruinas del turístico parque arqueológico de Segóbriga.

El incendio solo se puede considerar el detonante, valga la redundancia, del conocimiento de la existencia del macrovertedero a nivel mediático. Desde el humilde punto de vista de un servidor, la incógnita principal no es el accidente en sí, siempre y cuando sea un hecho puntual y aislado y se investiguen las causas de su origen, sino la propia instalación por varios motivos.

En primer lugar, por su nomenclatura. En los avisos del 112 derivados del incendio se hacía referencia a una “planta de reciclaje” y el acceso desde la carretera CM-3011 hasta el vertedero está señalizado como “complejo medioambiental”; sin embargo, cuando pregunté en pleno cuántos camiones salían con material reciclado, considerando que diariamente llegaban más de cincuenta, solo obtuve la evasiva por respuesta. Chana, al tiempo alcalde de Almonacid del Marquesado y Presidente de la Diputación de Cuenca, sabe mejor que nadie que alberga en su pueblo un gigantesco cementerio con capacidad para más de 21 millones de metros cúbicos de residuos industriales.

En segundo lugar, por su oscurantismo. El pasado miércoles pregunté en pleno al respecto del incendio y del vertedero y, en concreto, si se trataba de un accidente puramente fortuito o se trataba de una instalación que, por unas u otras causas, era más susceptible de ser origen de incendios. Sobre todo porque, en este último caso, sería imprescindible apremiar a la empresa y a las instituciones pertinentes a tomar las consiguientes medidas responsables. Su respuesta fue que me presentase a las elecciones de su pueblo y, así, una vez que perdiera, me daría explicaciones en el primer pleno acerca del vertedero. Una actitud chulesca y dictatorial que poco tranquiliza a los vecinos de la comarca que sufrieron el hedor y el humo del incendio durante el pasado fin de semana y que temen, con perspectiva de futuro, filtraciones nocivas a los acuíferos y arroyos vecinos además de otros perjuicios.

Y en tercer lugar, por la hipocresía. Como presidente provincial, Chana trufa sus discursos de conceptos como economía circular, sostenibilidad, medio ambiente, Agenda 2030 y energía verde mientras, como alcalde, da cobijo en su pueblo a un inmenso macrovertedero cuyas dimensiones acongojan en directo. La paradoja de Chana consiste en promover con una mano un vertedero privado y con la otra prometer un parque tecnológico de economía circular en Cuenca. La ejecución simultánea de ambos proyectos es posible, por supuesto, pero quizá Chana debiese sincerar su discurso si aspira a un mínimo de credibilidad política. Y, mientras tanto, Almonacid seguirá ganando prestigio como gran basurero del eje Madrid-Valencia.

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