En esta primavera seca van granando mejor las contradicciones en la provincia que el cereal. El viernes se cantó el emotivo mayo a La Rubia en Rada de Haro y su alcalde, Paco, el más veterano de entre todos los socialistas de la provincia, ni siquiera sabe que la Diputación ha rechazado ayudarnos a preservar ese legado inmaterial que son los mayos de la comarca.
Nos cruzamos con el “chanamóvil”, aquel BMW de 75.000 euros que compró Diputación hace poco más de un año, por los Campos del Paraíso al tiempo que atravesamos un puente del tren convencional vapuleado por la alineación socialista en las instituciones, así que, mientras Chana viaja a todo lujo, un alcarreño no tiene ni la posibilidad de acercarse a Tarancón. Algún día tendrán que explicar también, los de la alineación, porque había que crucificar al alcalde de Villar de Cañas y, sin embargo, hay que defender al alcalde de Campillo de Altobuey, condenado en firme por amenazar a una trabajadora. Cabalgan cualquier contradicción.
El sábado Chana presumió de “inversiones per cápita” en la Alcarria y, mientras, la Diputación tiene un convento propio en Huete en el que, no solo no ha invertido, sino que ni siquiera ha pensado tramitar su declaración como Bien de Interés Cultural. Atravesamos el cauce del trasvase y sigue a pleno rendimiento mientras nos acordamos de los brindis de Page “porque al Tajo no lo van a mutilar".
Además de contradicciones, esta semana ha venido cargada de caras socialistas de cemento armado. Empezó Sahuquillo en Ledaña, culpando sin rubor a Cospedal de la gran deuda del ayuntamiento cuando, en cristalina realidad, la ruina la había provocado un alcalde socialista que gobernó varias legislaturas hasta 2015. Se animó también Guijarro, que en enero confirmó que se licitarían en abril las obras del centro de salud de Mota del Cuervo y que, pasado el plazo, esta semana las ha anunciado para “dentro de un par de semanas”. Chana tampoco suele demostrar pudor, y ayer en Valdeolivas presumía de su defensa del aceite de la Alcarria y de la Feria del Olivo ¡tras haber negado financiación a la feria el año pasado!
El jefe de todos ellos, Pedro Sánchez, es buen maestro del embuste y esta semana ha sentado cátedra en asignatura de cinismo. El pasado jueves declaraba que Bruselas quería “armonizar la legislación contra la corrupción” y, sin inmutarse ni ruborizarse, presumió de que a España “le pillaba con los deberes hechos tras la reforma del Código Penal”. Recordemos su gran mérito en la lucha contra la corrupción: reducir las penas por malversación con el objetivo de favorecer al independentismo catalán. Cómo no acordarse, al respecto, del enfado de García-Page, aunque sus cabreos ante el micro siempre vienen seguidos de un sumiso y obediente “sí, bwana”.
Recordamos también, con admiración, cómo Sánchez era capaz, en los momentos más duros de la pandemia, de basar sus restricciones en un comité de expertos que se reconoció inexistente. O cómo alabó la ley del “solo sí es sí” tras su aprobación; y ya conocemos sus consecuencias. O la hipocresía de la que hace gala en asuntos de respeto al medio ambiente. La hipocresía es, quizá, el rasgo más definitorio de su carácter.
A estas alturas del juego, lo que preocupa ya no es que todos los socialistas mientan de forma compulsiva, sino con qué argumentos rebatir la falsedad si todo se impregna de duda. Quieren saltarse todas las reglas del juego, incluso tergiversando estadísticas, y cada vez resulta más complicado dar luz a la oscuridad. Podríamos pensar que esta actitud desesperada mana de la preocupación al albur de sus encuestas internas. El 28 de mayo será la única prueba del algodón válida para comprobar hasta qué punto cala la mentira.