Desde la primavera de 2020 estamos asistiendo sorprendidos a los datos sobre emisiones de CO2 que proporcionan los innumerables centros de testeo y medición de los diversos gases de efecto invernadero que se lanzan a la atmósfera. Mientras la especie humana estaba confinada en sus domicilios en la mayor parte del mundo (y en especial en esa parte mas industrializada que se dice emisora por excelencia de gases como el CO2) el observatorio mas antiguo en la medición de estos gases, Mauna Loa, en HAWAI, registró solo ligeras reducciones en las emisiones en abril y mayo de 2020 respecto al mismo periodo en 2019. La aviación mundial; turismos, camiones; maquinaria; ferrocarriles diésel; centros fabriles; plantas de refuerzo de generación de energía eléctrica… el mundo se detuvo inesperadamente durante meses. Quizá las emisiones más notables fueran las de las fuentes de generación de calor doméstico en el hemisferio norte: las calefacciones. En el hemisferio sur ni eso.
Pues bien, con este panorama, los centros de control y medición han seguido arrojando datos aterradores, las emita quien las emita, sobre el aumento del C02 en la atmósfera. Las emisiones en ese periodo de confinamiento fueron solo un 17% menor que el año anterior a nivel global. El cambio climático es una realidad indiscutible pues cualquiera puede comprobar en nuestra época como aquellas condiciones climáticas que hemos conocido en el pasado en cada una de nuestras propias vidas se están extremando, alterado y radicalizando. Desconocemos qué pensarían de estas condiciones otras culturas pasadas como la Fenicia que conocieron el golfo Tartésico que llevaba directamente el mar al entonces puerto marítimo, que no fluvial, de Sevilla; o la isla de Gades, Cadiz, rodeada por mar y hoy unida por tierra a la isla del León (aún en tiempos napoleónicos) que tampoco hoy lo es. Otra cosa muy distinta es si el origen tiene mayor o menor procedencia antropogénica por acción o INACCIÓN. Luego explicaré lo de la inacción.
Pues bien, mientras la comunidad humana mundial se encontraba confinada, había fuentes emisoras de primer orden enviando gases sin descanso a la atmósfera. Una de esas fuentes podíamos pensar que era aquella de origen natural difícilmente controlable por el hombre como es el vulcanismo; el cual, amen de expulsar fuertes cantidades de C02, también arroja dióxido de azufre, cuya conversión se materializa en una capa de aerosoles por la conversión del anterior elemento en ácido sulfúrico. Este reflejaría la radiación solar hacía el espacio y provocaría un descenso de las temperaturas. Todo esto nos recordaría las emisiones del volcán español “Cumbre Vieja”, cuyas fuertes emisiones a la atmósfera ya se dejan ver hace semanas en los atardeceres y amaneceres del sur y mesetas peninsulares. Tonos rojizos en los horizontes por el aumento de la densidad de la atmósfera que nos permiten contemplar en los atardeceres cuando estas capas más densas atmosféricas son atravesadas por la mayor longitud de los rayos solares desde nuestra posición.
Sin embargo, todas las emisiones anuales del vulcanismo son superadas por las emisiones procedentes de la actividad humana en más de 65 veces, lo que nos llegaría a descartar tal fuente productora en el confinamiento. Sin embargo hay una segunda fuente que se pasa de puntillas y que nos debe preocupar en especial. Se llama INCENDIOS FORESTALES. Esta se encuadra en causas antropogénicas; claro que sí, pero en su mayoría por INACCIÓN o abandono de estos y del medio donde vegetan: el medio rural. Son constantes las oleadas de incendios forestales que se producen en el mundo anualmente. Una parte del año se quema el hemisferio norte en “su” verano; y la otra parte del año se quema el hemisferio sur. Y también hay años que se queman todas a la vez. Sorprende saber que la suma de las emisiones de los incendios forestales globales de un solo año de los menos virulentos equivale a todas las emisiones de uno de los grandes centros emisores mundiales como es la UE.
Según WWF y BCG, el número de alertas mundiales por incendios en abril (mes de confinamiento) aumentó un 13% respecto de 2019 que fue el peor año de los conocidos a nivel también mundial. Según estas instituciones, solo en la Amazonía brasileña los incendios aumentaron en 2020 superando a los de los últimos 10 años en un 45%, lo que confirmaría nuestras sospechas.
Sin embargo, obviando y menospreciando este agente, algunas voces tratarían de justificar los datos en los meses del confinamiento (de los observatorios de emisiones) los cuales no corresponderían con la brutal paralización de la sociedad, modelo de movilidad y producción industrial diezmada aquellas fechas ¡Si nosotros no lo hacíamos alguien debía contaminar!!! Esas voces inicialmente se justificaban con la mayor población de caducifolias en el hemisferio norte a quien adjudicarían los aumentos de CO2 por la emisión de las plantas en la noche. Justificación a todas luces poco creíble pues las mismas plantas existían en el 2019 y hubieran arrojado datos muy superiores en aquel año. Otra de las teorías lanzadas fue la inercia que traían las emisiones en la serie desde los años 50, teoría poco creíble pues los mares también tendrían esa inercia de fijación y reducción, a la vez que los bosques también estaban fijando en el entorno de un 37% de CO2 sin descanso.
Por el contrario, un bosque que se quema no solo es emisor de CO2, si no que suspende definitivamente su labor de reducción de la fijación de ese gas por muerte de sus individuos hasta que se produzca una nueva repoblación. No fija, y emite en su quema por lo que estaríamos en un doble problema.
Si el problema principal de los incendios forestales es abandono rural, este no es pieza exclusiva de España. La mayoría de los países lo sufren se llamen Alemania o EEUU, ya sea en África o Asia. El abandono rural es un problema global y los incendios forestales una de las más nefastas consecuencias. Falta de gestión de los sistemas forestales y carencia de ganadería extensiva imprescindible para su mantenimiento. La solución esta en el diseño en la ordenación del territorio con todo lo que conlleva hacer atractivo a quien se pretende acoger.
IVA rural e IRPF rural son dos medidas no publicadas de las que ya he hablado en otras ocasiones; así como otras muchas propuestas como las que aprobamos al final de la XII legislatura en el SENADO y de las cuales los gobiernos han pasado olímpicamente.
Ya ven que la solución no es tan sencilla como instalar enchufes (de lo que hablaremos en otra ocasión) y obligar a fundir los motores de combustión interna, como toda su tecnología puntera en reducción de emisiones que estaba avanzando de manera increíble. Todo lo que no se destine a atajar el problema donde realmente esta será tan ineficiente como dar soluciones mediante la generación de residuos de difícil gestión.
Así que no lo olviden, los incendios son emisores natos y causantes en su parte correspondiente (que no es poca por mucho que se esfuercen en no reconocer) del acelerado cambio climático. El incendio es el barro y el cambio climático el botijo, pero no al revés.