Y la vida sigue aquí en el interior de la península, en La Mancha, en la provincia de Cuenca, en la España Vaciada en definitiva. La España rural continúa muriendo poco a poco. Pero como es poco a poco, como que los habitantes de la misma ni se enteran. Cada cual va sorteando dificultades para alcanzar el final de su vida laboral como sea y a los hijos se les ha intentado “empujar” hacia las ciudades y centros de desarrollo más prósperos.
En otros tiempos a esto que vivimos se le llamaba “reestructuración de un sector determinado”. Se habilitaban jubilaciones anticipadas a los trabajadores, ayudas a las empresas para echar el cierre y el final también era la muerte, pero programada y financiada.
En el campo llevamos viviendo el desmantelamiento desde hace muchos años. Este ejercicio hemos sufrido una sequía extrema que ha dejado a gran parte de Castilla sin cereal, cultivos puntuales como el ajo tanto en La Mancha como en Andalucía y Castilla y León ha bajado su superficie como consecuencia de la falta de agua pero también de rentabilidad. El viñedo ha tenido una brotación muy difícil con zonas de cepas secas que no han sido capaces de reiniciar la actividad como cada año. Y a pesar de todo el precio de los cereales es bastante más bajo que hace un año, el del ajo exactamente igual, y el vino que como consecuencia de esta sequia parecía querer subir un poco, con las lluvias de estas tormentas de final de primavera, ha vuelto a estabilizarse en niveles antieconómicos para que la gente pueda vivir, como siempre, de su trabajo en la explotación familiar.
Esta sigue siendo la realidad, pues está claro que el sector primario se está convirtiendo en lo que denominamos “el primer mundo” en algo prohibitivo. Porque nos parece muy caro el precio de lo que los agricultores producen. Y no se pueden pagar esos precios “desorbitados” que no paran de hacer subir la inflación. Y como la globalización con guerra o sin ella proporciona alimentos de otros sitios donde los habitantes trabajan casi por lo que se comen, sin seguridad sanitaria para los alimentos como tampoco para sus productores, pues por todo ello “nos llevan reestructurando” ya muchos años. Así desmantelaremos todo el sistema hasta que llegue el momento en el que en esos sitios la gente abra los ojos y pidan por sus productos lo que realmente cuesta producirlos y aquí habrá que pagarlos “a precio de oro” si se quiere comer.
Esta sociedad que se ha acostumbrado a tenerlo todo con relativa facilidad, no es consciente de lo que cuesta producir alimentos. Y profesiones como la de pastor o ganadero o como la de agricultor están desapareciendo. Van quedando de modo casi testimonial pues quizás el precio del trabajo de éstos la sociedad no esté dispuesta a pagar hoy más de diez euros la hora, cuando cualquier servicio de otro profesional no sea nunca inferior a más de veinte.
Ésta y no otra es la causa de la desaparición paulatina de este sector tan floreciente en otros tiempos.
Y resulta curioso como al leer la prensa se encuentran informaciones que hablan del repunte del precio de explotaciones o mejor dicho de fincas agrícolas. Aquí a pie de campo lo que observamos es lo contrario. Y es que las que suben son las grandes fincas que buscan las grandes entidades (incluso multinacionales) que quizás en un futuro se revaloricen cuando el actual sistema desaparezca.
Hasta las entidades que nacieron de la mano y el trabajo de los agricultores y ganaderos, como son las financieras cooperativas de crédito agrario, están accediendo a inversiones de éste tipo con sus beneficios obtenidos injustamente del sacrificio de sus propios socios (comisiones, seguros que obligan a contratar si quieres crédito, intereses abusivos y dinero sin remuneración).
Los ataques y falta de apoyo en este sector primario están siendo cada vez más sangrantes. No hay apoyo alguno al trabajo, a la inversión, al emprendimiendo verdadero, y aquí la Administración es la principal responsable. Está desmantelando el sector económico que fue motor de la España rural. Y como lo están haciendo poco a poco, la reacción no ha sido contundente en ningún momento. Pero la falta de respuesta también es consecuencia del “saber hacer” por parte de estos políticos descarados que tienen la “democracia secuestrada” mediante los subsidios, las pequeñas ayudas, y sobre todo a través de quienes debieran tener la función de aglutinar fuerzas en la protesta, que son los sindicatos.
Los sindicatos dejan de tener sentido desde el momento en que son financiados por los gobernantes. Ya no se deben a los que tendrían que defender que son sus afiliados. Por ello repito que vivimos en una democracia secuestrada cuyos agentes no actúan cumpliendo su verdadero papel sino a voluntad de quien les paga que es el gobierno.
Pero estas artimañas “tienen las patas muy cortas” como las mentiras. No se puede seguir comprando voluntades con las subidas a sectores amplios de la sociedad, o con “la paguita” que terminarán ahogando la economía, y menos aún si se hace echando mano a la deuda. Si el sector productivo desaparece como es el caso la agricultura y ganadería en el medio rural, tarde o temprano el sistema colapsará y las consecuencias pueden ser impredecibles.