La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

¿El país o el planeta del Lazarillo de Tormes?


Es sabida por todos la generalizada carencia de clientela que han sufrido las estaciones de servicio de combustible en la primera semana de este año, motivada por el llenado masivo de los depósitos para aprovechar la ayuda estatal en los últimos días de 2022. No era difícil comprobar la soledad de los surtidores cuando pasábamos junto a cualquier gasolinera a lo largo y ancho de la geografía peninsular. Situación que se fue alargando hasta casi el pasado lunes y cuyos niveles medios de afluencia, nos consta, no se habían recuperado totalmente a fecha de hoy. Pero por si alguien lo desconocía, fueron los medios de información televisivos los que pusieron “luz y cámaras” a esta real situación nunca antes conocida. Desde los últimos días del pasado año sospechábamos que esos 20 céntimos de subvención estatal desaparecerían pero teníamos la esperanza de que se mantuvieran algunos meses más, aunque fueran proporcionales a la baja que había sufrido el petróleo desde su aprobación y aplicación efectiva. Los combustibles suponen insumos que directamente pueden incidir sobre la inflación y “de qué manera lo hacen”. Como tales, intervienen en la producción de otros bienes y todos entendemos que con precios más bajos de los mismos, su influencia en la inflación puede ser esencial como lo es su impacto positivo en la expansión de la economía. No significa que la estabilidad en los precios vaya a ser solamente esencial por el precio de estos derivados del petróleo (ya hablaremos otros días de la electricidad) pero ayuda a ello. Por supuesto, la subvención venia de la caja común del Estado; de aquel que a esta fecha tiene un déficit público real billonario (sumando la deuda de todas las administraciones) jamás antes conocido de 1.865.675.000.000 Euros. Nuestro Estado, así como el resto de la Unión Europea en genérico habían recibido el “toque” en tono de “sugerencia” por parte del FMI de dejar de subsidiar a la energía, y en especial al combustible. Kristalina Georgieva, responsable de este organismo llegó a manifestar el pasado verano que “los gobiernos deberían permitir que la totalidad del aumento en el coste de los combustibles lo sufrieran los usuarios para animar a conservar la energía y abandonar los combustibles fósiles”. Como siempre, expertos economistas, que lo son en esas materias, dando soluciones indirectas a una disciplina muy compleja como lo son los ciclos de temperaturas de la tierra, emisiones, y su incidencia en el cambio climático. Y así se ha materializado porque la ayuda se esfumó. Algo podía incidir en los precios de los combustibles o energía que la Ley de Cambio Climático, tal como está redactada, se reciclara cuanto antes en el cajón de la basura como buenos deseos para este año y se derogara por otra que la sustituyera contemplando la autorización de prospecciones de gas y petróleo en el filón que dicen afecta a nuestra plataforma continental, zona económica próxima a las islas afortunadas. En fin, manifestaciones poco aceptables las de la Directora del FMI desde el punto de vista que lo ve un ciudadano medio, alto o bajo en su nivel económico pues vienen de quien percibe un salario, si no me equivoco y creo que lo hago a la baja, superior a los 38.000 euros mensuales libres curiosamente de impuestos. Me parece muy libre manifestar lo que le parezca, pero es buena práctica para la venta de austeridad predicar antes con el ejemplo. Pero volvamos a las gasolineras; además de perder esos 20 céntimos, hemos observado en estos días una subida escalonada y progresiva de los precios de los combustibles para nada esperada. Recordemos que cuando baja el precio del barril de Brent, nos cuentan que hasta que “se vacíen los tanques”; “hasta que la distribución no reciba el nuevo producto, este lo hemos pagado al precio anterior”. Pues bien, si hemos asistido a la filmación televisiva como prueba de cargo de que desde el 31 de diciembre casi nadie se aproxima a las estaciones de servicio. Si esos tanques no han sufrido bajas desde aquella fecha, incluso pudieron ser llenados el primer día laborable del año, ¿alguien aquí puede explicar por qué el precio ha ido subiendo día a día? Pero quedábamos que hasta que los tanques se llenasen con el combustible más barato, o el más caro en su caso, el precio no bajaría o subiría ¿correcto o no? Pues bien, permitan que les felicite el 2023, deseando todo lo mejor para nuestros lectores en especial. Año en que (entre otras lecturas obligadas) a la vista del panorama y de la abundancia de globalización ya para todo, seguiré leyendo, con el permiso de “vuestra merced”: “El Lazarillo de Tormes”.

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