La Opinión de Cuenca

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El psicoanálisis (y II)


El psiquiatra vienés Sigmund Froid (1856-1939) se propone otorgar estatus científico a la propuesta libertaria de Nietzsche. Su psicoanálisis forma una teoría del comportamiento humano, que se reduce a las tensiones entre la búsqueda del placer y los límites impuestos por la realidad. Según Freud, la personalidad humana viene a ser el resultado de esa constante batalla, y crecería sana si la satisfacción de los instintos fuera libre.

Hoy sabemos que Freud se aprovechó de su prestigio. Después de su fallecimiento, el descubrimiento de historias clínicas inventadas dejó claro que el psiquiatra encontraba en el psicoanálisis aquello que previamente había decidido encontrar. Jung, uno de sus grandes discípulos, anota en sus memorias algo que el maestro le dijo en cierta ocasión: “Tenemos que hacer de la teoría sexual un dogma, una fortaleza inexpugnable”.

La experiencia de la psiquiatría a puesto de manifiesto que la sexualidad desatada, propuesta por Freud y Nietzsche, no es liberadora. Multitud de estudios han demostrado que la promiscuidad, la adición a la pornografía, la impotencia sexual y diversas aberraciones son consecuencia del modelo anti represivo freudiano. Al proclamar la conquista de un mundo feliz por la liberación de los instintos, se ignora un desorden latente, se pasa por alto que la sexualidad no puede ser equiparada a las demás emociones o experiencias elementales como el comer o el dormir, porque en el momento que deja de estar bajo control comienza su tiranía.

Chesterton, muy a las tesis de Nietzsche y Freud, lo explica de esta manera:

“Por la razón que sea, hay algo peligroso y desproporcionado en el lugar que la sexualidad ocupa en la vida humana. Algo que necesita purificación y atención especial. Por eso, la verborrea moderna que propone una sexualidad tan libre como cualquier otro placer, o bien es una descripción del Jardín del Edén o un montón de pésima psicología, de la que el mundo ya se cansó hace más de dos mil años.”

Las ideas de Nietzsche y Freud han conquistado amplísimos sectores culturales y sociales. Freud poseía ambición, talento e imaginación. Acuñaba neologismos y creaba lemas con facilidad, hasta el punto de incorporar al idioma alemán palabras y expresiones nuevas: el inconsciente, el ego y el súper ego, el complejo de Edipo, la sublimación, la psicología profunda...

Freudianos fueron los integrantes de la Escuela de Frankfurt. El surrealismo parece que nació para expresar las ideas freudianas.

Proust reconoce en sus personajes “el más grande de todos los vicios: la falta de voluntad que impide resistir a los malos hábitos”.

La revolución sexual de Nietzsche y Freud estará en el centro de las reivindicaciones estudiantiles del Mayo del 68 francés. Guy Sorman, uno de sus líderes identifica la chispa:

“Todo empezó con un altercado entre un estudiante, Daniel Cohn-Bendit, y el ministro de la Juventud, que visitaba la universidad de Nanterre. El debate que se entabló no trataba más que sobre el acceso de los chicos a los dormitorios de las chicas, El ministro invitó al cabecilla a que fuera a refrescarse a la piscina. Los estudiantes prefirieron declararse en huelga.”

Cohn-Bendit dirá que el objetivo de los huelguistas era “ poner la sociedad al servicio del individuo, no el individuo al servicio de la sociedad.”

Ese individualismo radical exigía la supresión de la moral sexual y la deconstrucción de la familia, “tapadera opresiva que condena nuestros deseos de ebullición”.

Mayo del 68, quería situar la economía y la política en el lugar derivado que le corresponde, y abrir camino a un estilo de vida más libre y espontáneo. Pero llevaban en las alas el plomo postmarxista y la crisis del sentido cristiano de la vida, especialmente referida a la ética de la sexualidad y la estabilidad de la familia.

Los estudiantes consiguieron cambiar el estilo de vida en Occidente. Sus pretensiones liberacionistas y hedonistas se extendieron en la sociedad.

Sucesivas reformas legislativas introdujeron en los años 70, el divorcio por mutuo acuerdo, el aborto legal, la libre disposición de anticonceptivos...

Mayo del 68 escenifica la protesta de una joven generación mimada por la vida y por sus padres, en dos de los países más prósperos: Francia y Estados Unidos.

Los estudiantes en huelga siguen el guión que Ortega y Gasset había anticipado en “La rebelión de las masas”, rechazan el mundo que ha hecho posible su cómoda existencia y exigen libertad para sus deseos vitales. La revolución política de Robespierre debía culminar en la revolución sexual.

 

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