Quizá lo he publicado varias veces pero lo haré una más. Seguimos en un estado de crisis energética nada antes conocida. Asistimos a unos precios nunca antes vistos en las materias primas con las que generamos nuestra energía y ello nos lleva a un encarecimiento de los productos que consumimos. Desde los gobiernos europeos se nos insta a ahorrar energía y hacer eficientes nuestros consumos como si esto no hubiera sido lo normal hasta ahora. Tenga mayor o menos precio la energía, la eficiencia en su uso lo debiera ser antes cuando su precio era mucho más económico, y ahora que está por las nubes porque así lo entendíamos la mayoría. Que la solución al problema energético sea ahorrar o no gastar, así como ser más eficientes en su uso, no es precisamente la solución al problema pero es una manera sencilla de lavarse las manos y culpar al ciudadano del mal uso que realiza de los mismos.
Estamos ante la mayor destrucción de los niveles del estado de bienestar nunca antes conocidas en nuestra generación; unos recortes en nuestra calidad de vida de los que nadie habla o se llevan de frente al debate político. Apagar la iluminación de los escaparates a las diez de la noche, o quitarse la corbata en verano para su subir la temperatura del aire acondicionado, son las soluciones políticas que nos han trasladado y mientras tanto los precios continúan subiendo.
Y mientras esto ocurre no vemos que nadie ponga sobre la mesa, en el escenario del debate político, el fomento y aumento en el uso de la biomasa. Ya lo dije cuando se publicó la Ley de Cambio Climático: La misma fue a las Cortes en forma de Proyecto de Ley, con origen plaza de San Juan de la Cruz en Madrid, sede del MITECO, sin tener en cuenta como energía a la biomasa. Fue en el trámite parlamentario, y a través de enmiendas, cuando la biomasa se incorpora al texto pero no como una más de las energías contenidas en el capítulo II.
No es por tanto de extrañar que no están ni se esperan iniciativas de difusión de esta energía desde el ejecutivo central para paliar la situación que vivimos hoy. Hay infinidad de comunidades de vecinos que se plantean no encender la calefacción central este invierno por los precios de la energía, sin embargo muchas de ellas desconocen las posibilidades de la biomasa y la posible adaptación de la misma a sus instalaciones. Es necesaria la figura del divulgador energético o unas campañas de publicidad eficientes y no electoralistas que difundan las bondades de esta energía. Igualmente, se debe dar una profunda vuelta al código técnico de la edificación para, en los nuevos proyectos de construcción de vivienda, “dar al propietario la autonomía energética” de la que hoy carece. Actualmente no hay contemplados desarrollos adecuados en las salas de calderas para diversificar la posibilidad de usos de otras energías; o incluso el vecino no puede instalar su propia caldera de pellet por carecer los edificios de chimenea comunitaria de absorción o líneas de evacuación de humo independientes. Resulta curioso que tanto la Comisión Europea como nuestro propio gobierno pasen de puntillas por esta energía de la que nunca hablan pero que tampoco directamente desprecian como si lo hacen con las térmicas o las nucleares.
Es sabida la poca simpatía que a la biomasa tienen determinadas organizaciones sociales que por lo visto influyen de manera muy directa en estos organismos gubernamentales antes mencionados. Estas organizaciones tachan a la biomasa como energía “negra” entre otras lindezas. Quiero recordar en este punto que la quema de biomasa no libera en absoluto más C02 del que las plantas en vida fueron capaces de captar de la atmósfera en la fotosíntesis. También emplean argumentos falaces como que no se puede afectar a los bosques la dependencia de una energía. En nuestro país esto anterior sería otra falsedad. Los bosques españoles, 27 millones de hectáreas, crecen al año 36 millones de metros cúbicos. Sin embargo la sociedad solo aprovecha de esos “intereses del capital forestal principal” unos 12/18 millones de metros cúbicos. Es evidente que la mayor parte de lo que crecen los montes no se corta, de lo cual vienen unas cantidades brutales de biomasa contenida en los espacios forestales que son el motor principal de los brutales incendios forestales que sufrimos en la actualidad.
Por si fuera poco, esta situación de acumulación y sobrecarga en las densidades forestales genera un estancamiento en los crecimientos de las masas que provocan una grave situación en las funciones básicas de las plantas. En la noche, y cuando no hay luz solar, todos sabemos que las plantas emiten co2, y así también lo hacen los bosques. Luego durante el día y con la imprescindible luz solar, la fotosíntesis hace que se genere oxígeno a la vez que se capta y fija el C02 atmosférico en forma de biomasa o crecimiento en las plantas. Sin embargo, y al estar cada día más esquilmada la disponibilidad de agua en los bosques, sumada a una alta densidad, alta biomasa de copas y por lo tanto competencia, la capacidad de absorber el carbono ambiental está muy reducida. Incluso muchos de los bosques son potenciales y permanentes emisores de C02 en el balance noche/día. Ya lo anunció Naciones Unidas hace un tiempo respecto de sus bosques mas monitoreados y protegidos; cuanta menos intervención y gestión de los bosques, mas riesgo tenemos de emisiones positivas en el balance de los sistemas forestales. Y si buscamos bosques poco gestionados, los tenemos muy cerca. Por ello, el aumento y divulgación para fomentar el uso de la biomasa forestal, más que un recurso que lo es debe ser una necesidad. Nos preocupan las emisiones del transporte, de solo un 12/18% sobre las totales, pero no se invierte en absoluto para lo que se necesita en los sistemas forestales que pueden estar siento potenciales focos de emisión mucho más potentes incluso que los tildados como tradicionales. Es necesario por lo tanto poner en marcha y con carácter de urgencia un macro plan nacional para incorporar a la biomasa con fuerza y verdadero apoyo en el panel de energías de uso generalizado en competencia con las demás. No solo estaríamos defendiendo a los montes contra los brutales incendios forestales contra los que nada tienen que hacer los medios en infinidad de ocasiones; o evitando unas emisiones por ineficiencia y altísima densidad muy superiores a otros focos tradicionales, puesto que estaremos fomentando una competencia directa hacia las demás energías por parte de las mas sostenibles de todas por mucho que traten de “ensuciar” su utilización. ¿A que espera la Comisión y los gobiernos nacionales?-