La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Ideología de Género (y II)


Pasar por alto la realidad de la biología y afirmar que la sexualidad masculina y femenina es opcional, no determinada por la condición biológica del varón y la mujer, es chocar frontalmente contra la realidad y la naturaleza del ser humano. Shakespeare, por boca del médico de Macbeth, lo expresa de forma insuperable: “Los actos contra la naturaleza engendran disturbios contra la naturaleza”.

Sin embargo, es propio de toda ideología negar la evidencia, y la de género no duda en rechazar el carácter patológico de cuadros clínicos considerados como tales por los especialistas.

Así, la disforia de género (creer o desear pertenecer al sexo opuesto) fue tratada con terapia psicológica, igual que la anorexia, hasta que la ideología tomó por asalto los medios de comunicación, los programas educativos y los protocolos terapéuticos. Es muy importante mostrar las consecuencias reales : niños convertidos en personas estériles debido a los cócteles hormonales, jóvenes con cuerpos mutilados, ciudadanos que ya no son libres para decir lo que piensan…

A los políticos y legisladores hay que recordarles que las personas, además de orientación sexual, tienen orientaciones políticas, religiosas, musicales, deportivas. El Estado está obligado a respetarlas, sin imponer como verdadera ninguna en particular, sin privilegiar alguna en los planes de educación. Y si lo hace incurre en un inadmisible abuso de poder.

Respetar a un budista, a un musulmán o a un cristiano, no significa creer que sus doctrinas son verdaderas. Por eso, cuando el colectivo LGTBI exige adhesión a su postura, atenta contra la libertad básica, la de pensamiento, y pide un trato de privilegio incompatible con la democracia.

En democracia no sólo existe el derecho a discrepar, sino que el ejercicio de la discrepancia protege la libertad de todos. Por lo mismo, cualquiera está en su derecho de procurar, por las vías legales, que las formas de vida que considera inmorales no se expliquen en la escuela de sus hijos, y que tampoco se “visibilicen” en la calle por imperativo legal y con dinero del contribuyente.

La imposición pública de una opción sexual va contra los derechos humanos.

Y por si fuera poco, las leyes que privilegian al colectivo LGTBI, suelen terminar con un capítulo dedicado a las sanciones por homofobia, lesbofobia, bifobia y transfobia. Se confunde discrepancia con odio.

Nadie duda que la discriminación sexual debe estar perseguida y penalizada por ley. Pero los colectivos LGTBI piden leyes específicas y es oportuno preguntarse si habiendo una ley general que abarca todos los supuestos es conveniente que haya leyes particulares para cada tipo de discriminación, que se resumen en discriminación por orientación sexual y no contra las demás formas de discriminación.

No se puede decir que la violencia de género sea una situación que haya que minimizar. Pero las leyes que se dictan para combatirla pueden ser profundamente discriminatorias e inconstitucionales, cuando, negando la presunción de inocencia, castigan mas al delincuente si es varón, donde se facilitan las denuncias falsas al considerar suficiente el testimonio de la mujer para la detención del acusado; donde se premia a la denunciante con ayudas económicas, se le concede prioridad en las solicitudes de excedencia y cambio de centro de trabajo, acceso a viviendas sociales, etc. No se trata de negar las ayudas a las mujeres maltratadas, sino de redactar una nueva ley que, según Francisco Contreras, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Sevilla: “Combata por igual todas las modalidades de violencia doméstica: hombre que ataca a mujer, mujer que ataca a hombre, hombre que ataca a hombre, mujer que ataca a mujer, hombre o mujer que atacan a niños y que no lesione la presunción de inocencia, base del Derecho Penal".

Otro de los “disturbios contra la naturaleza” del feminismo ideológico es lo que se denomina suicidio demográfico. Simone de Beauvoir, Gramsci y Marcuse creyeron que destruyendo la “familia tradicional” y la propiedad privada allanarían el camino al socialismo comunista. Sin embargo, minada la familia no llegó el comunismo sino algo diferente: una sociedad hedonista cada vez menos dispuesta a tener hijos y formar familias estables.

Pero esto lo veremos más tarde.  

 

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