Hace unos días ojeaba el autodenominado “España 2050” que, rubricado por Don Pedro Sánchez, nos instruía con una batería de propuestas para transformar la sociedad española de aquí a 2050. Entre algunas de esas medidas se proponía el cese de los vuelos interiores menores de 2,5 horas al objeto de reducir la contaminación por las emisiones del sector de la aviación. Si bien el impacto de la aviación está entre un 2 o 3 % de las emisiones mundiales de dióxido de carbono, las de los vuelos interiores no suponen más allá del 1% de las totales de nuestro país según cifras de los responsables de algunas de las compañías aéreas con sede en España.
Y es que el equipo de Moncloa, sin duda alguna, ha tomado como referencia para esta medida las aplicadas por Francia en el mismo sentido. Tienden a reducir o penalizar los vuelos interiores en favor del uso del ferrocarril.
Sin embargo, en España, dudo mucho que Moncloa estuviera pensando en el ferrocarril español más allá de la alta velocidad. Tanto nuestros vecinos franceses como, en especial, nuestros vecinos lusos apuestan firmemente por el transporte ferroviario como medio vertebrador del territorio. Hace pocas jornadas los portugueses han acordado en el parlamento la reapertura de la línea ferroviaria del Duero, la cual unía Hermesinde y Pocinho; conectando en Barca de Alba, Oporto con Salamanca y así penetrar al entramado ferroviario español. Portugal está potenciando de manera increíble el ferrocarril nacional de ancho ibérico; reacondiciona las líneas; suprime curvas; suaviza rampas y adapta su red interior a una mayor velocidad reutilizando los antiguos trazados. Esto si es optimizar a bajo costo. Moderniza también el material rodante y, para ello, sorprendentemente adquiere a España todo tipo de coches, vagones y material de tracción que España retira por no sabemos qué, o cuales iluminadas razones fundan tales decisiones.
Por ello, cuando Don Pedro Sánchez habla de reducir o eliminar vuelos interiores supongo que se refiere a aquellos que conectan las ciudades que hoy tienen alta velocidad, medio solo disponible para una parte del territorio que no de la población; con lo que resolvemos que nada tiene que ver estas medidas con la recuperación del país tras la pandemia. La primera debiera ser, y no lo es, fomentar la repoblación del medio rural reduciendo la de las ciudades y modulando su densidad.
Queda claro que las intenciones de Moncloa, con esa reducción de los vuelos, no son fomentar el ferrocarril de ancho ibérico que compartimos España y Portugal en la península ibérica. Un ferrocarril que, en el lado español, está siendo brutalmente desarmado y abandonado. También enajenado a retales por si alguien no se había enterado. La línea del Duero española, nuestra línea del Duero en Castilla la Vieja fue la primera de muchas tantas que han venido después en sentir la llave del cierre. No es que esté totalmente levantada como está ocurriendo con ese otro eje estratégico que suponía la ruta de la plata (línea que unía el oeste de Andalucía con Asturias, pasando por Extremadura, Castilla y León), si no que está totalmente impracticable porque en su día se decidió así. No llevó mejor parte la última línea de ancho ibérico que se construyó en España, la denominada “Directo de Burgos”, línea que une la capital de España con la Ciudad del Cid y Bilbao, suponiendo un ahorro en ida y vuelta de más de 160 km.
Una línea que ya en los años 80, cuando se cerró, sufrió recortes en el mantenimiento; prueba de ello fue el gigantesco incendio que, con más de 3000 hectáreas de desastre, asoló la comarca forestal de Riaza gracias a unas zapatas de frenos que cayeron incandescentes sobre vegetación seca de la línea deficientemente eliminada. En 2010, una bateadora que realizaba unos trabajos en el túnel de Somosierra quedó atrapada por el hundimiento anunciado de este túnel y hasta la fecha ahí sigue sepultada: la línea cerrada y vandalizada sistemáticamente. ¡¡Patrimonio del Estado por Dios!!. No ha llevado mejor parte la línea Madrid-Cuenca-Valencia, una de las que no se ha reabierto tras los cierres de la pandemia. El servicio funciona entre Valencia y Utiel pero queda suspendido entre Utiel y Cuenca, con servicios mínimos entre esta y Madrid. Tanto esta línea como otras tantas y tantas que están sufriendo recortes en sus frecuencias y servicios, y me refiero a las de ancho ibérico, se suman a las ya cerradas como la Segovia-Medina, línea renovada casi en su totalidad y electrificada que fue desmantelada, y cuyas traviesas cierran hoy bellas fincas. En definitiva, recorridos y trazados que son la médula espinal de la España rural más despoblada en nuestros días, sin contar que el tren pudiera ser en un futuro no muy lejano uno de los medios insustituibles para su mantenimiento y repoblación.
Desde 1982 la destrucción del tejido ferroviario español ha sido sistemática, cierran líneas justificando estas por pérdidas; y yo me pregunto ¿es que acaso en las demás hay ganancias? El ferrocarril es patrimonio industrial o social asociado como ninguno como símbolo del progreso. No podemos dejarnos engañar por los desmantelamientos a cambio de caminos verdes, ¡¡como si en España no hubiera caminos!!
Queremos intacto nuestro tejido ferroviario; los trenes que llegan a nuestros pueblos a nuestras comarcas y a nuestras provincias; queremos mejoras en sus trazados. Es la empresa quien tiene que adecuar la red a las demandas del ciudadano y no al revés como hasta ahora. Miren nuestros vecinos portugueses y vean como ellos mejoran modernizan u optimizan lo que tienen. No lo destruyen. Es más, se quedan con lo que nosotros desastrosamente desechamos.
Decía hace unos días la directora general de RENFE que la línea del Directo de Burgos “se cerró porque cuando se accidentó la bateadora ya no había demanda”. O que “si la línea se reabriera deberían invertir millones en seguridad”, acaso me pregunto si la línea hubiera estado abierta ¿no? Y sobre la demanda; si el directivo de una empresa privada de transportes, en su cuenta de resultados arroja reducción de ingresos o de viajeros, lo normal es su cese. En la empresa ferroviaria española, la culpa es de la línea que es a quien se cesa y fulmina.
No son todo viajeros, si no mercancías y movilidad en general. A la vista de la Ley de Cambio Climático, si no tenemos un ferrocarril rural nos vamos a enterar. Que se lo digan a los portugueses que van años luz por delante de nosotros. Ya lo vimos en el tratamiento de la pandemia. De sus homólogos de aquí… nada más de lo visto podemos esperar.