Hemos iniciado un año de mucho ajetreo político en España. En primer lugar todos los ciudadanos de este país tendrán la posibilidad de participar mediante su voto en la elección de aquellas personas que en ámbito territorial más cercano al ciudadano, los ayuntamientos, van a encargarse en los próximos cuatro años de participar activamente en la gestión de los problemas, necesidades y proyección de lo que se pretende que sea el futuro de ese ámbito local al que afecta cada consistorio.
Después, se supone que hacia Navidad, se procederá a escoger también con el sufragio de cada español a los representantes que se ocuparán de las cuestiones más generales en la organización de un país que como España. Además se encuentra inmersa en el seno de la Unión Europea que ya establece un marco común de actuación para todos los ciudadanos pertenecientes a ella.
Desde que estamos en democracia han sido conocidos numerosos casos de corrupción política que han afectado a los dirigentes de una u otra opción. Podría decirse que ésta afecta más o menos igual a unos y otros. Y es tan sencillo como recurrir a la condición humana desde que el hombre apareció sobre la tierra.
Lo claro es que la misión de los políticos consiste en participar de la gestión de los recursos que todos aportamos en común para después poder aplicar las políticas de cada opción en lo que se quiere para la sociedad. Y aquí es donde aparece el riesgo del mal uso de lo gestionado.
Lo que es cierto es que las posibilidades del uso indebido se agrandan en los ámbitos más altos de la Administración por el simple hecho que la cantidad de recursos que se manejan son mucho mayores.
Es habitual ver cómo entre los miembros de las diferentes opciones políticas se dedican a acusarse unos a otros por el uso indebido de los recursos públicos. Esta es precisamente una las armas arrojadizas que en las diferentes campañas electorales se utiliza para hacer daño a la imagen del adversario. Y además suele ser uno de los recursos más utilizados en estas campañas.
Y los medios de comunicación buscan habitualmente estas corruptelas, malversaciones, o apropiaciones indebidas para “vender su mensaje” y a su vez hacer crecer los beneficios del medio en cuestión. Y como de lo que se trata es precisamente de vender mejor o de forma más rentable el mensaje, se opta por la imagen del político cuando es sacado con las esposas puestas y empujado a la furgoneta policial que le trasladará al juzgado y de ahí a la cárcel. Esta es la imagen clásica que más morbo provoca en la sociedad.
Pero hay muchos tipos de corruptelas y también de corruptos, solo que unos suenan más porque tienen la condición de político. Suele ser habitual que los beneficiados ilícitos de los recursos públicos sean más e incluso en mayores cantidades. Y aunque todos reciban el castigo que corresponda, el que suena es el político porque como se ha dicho habitualmente “vende más periódicos” la imagen que antes he mencionado con el “fulano empujado tras las rejas”.
Pero hay que reconocer que esas acciones impropias pertenecen a la condición humana y que el porcentaje de corrupción posiblemente sea parecido entre los diferentes segmentos de la sociedad. Quizás aquellos con posibilidades de acceso a los recursos públicos en cantidades mayores su tentación les lleve a mayor nivel de fraude, pero el hecho en sí está en “el ADN” de la propia sociedad.
Es habitual el desvío de fondos en los diferentes procesos administrativos que afectan a expedientes de empresas que pueden llegar a ser las máximas beneficiarias, pero sonará más normalmente el político y hasta el trabajador partícipe en dicho expediente que el empresario o máximo beneficiario de la infracción.
Parece que el nivel de ética que se exige al político en muy superior al que cada cual se otorga a sí mismo.
Es como el caso de la Iglesia. También afectada de algún modo en esos procesos sumarísimos que les convierte casi en demonios cuando cualquier asunto de corrupción les afecta. En este caso tiene un lugar destacado un delito tan grave como “la pederastia”. Y seguro que los estudios sociológicos podrán demostrar que esta desviación está presente en toda la sociedad en grados similares. Pero a los miembros de la Iglesia se les condena de un modo mucho más severo que al resto de la sociedad. Estas cuestiones en un “cura” son mucho más reprochadas que en otro ciudadano.
Creo que los argumentos que se esgrimen tienen cierta lógica cuando se exige más ética al político o a un religioso, pero si entrara el aire en la vida de todos los ciudadanos, probablemente unos por una cosa y otros por otra serían muchas las sorpresas que encontraríamos.
Incluso hay algunos que sin estar presentes, con la figura del “mediador” o cualquier elemento intermediario, obtienen el máximo beneficio de las operaciones de corrupción. Y ello jamás serán políticos, pero estarán bajo el árbol siempre para recoger las nueces sin esfuerzo ni riesgo.
Hoy como los trabajos de preparación de campaña electoral están en marcha para las elecciones municipales y autonómicas, son muchos los vecinos que en los pueblos o ciudades se dedican a preparar sus candidaturas y sus propuestas de gestión para los ayuntamientos de sus pueblos o ciudades.
Yo, como suele decirse, “metería la mano en el fuego” por la mayoría de ellos que están quitando tiempo a sus familias y trabajos para dedicarlo al servicio de la sociedad local que les corresponda. Y seguro que de un modo altruista simplemente con el objetivo de intentar mejorar la vida de la gente durante los próximos años.
De la corrupción hay que huir y debemos combatirla con el objetivo de hacer una sociedad más justa, pero nos toca a todos contribuir a ello desde nuestro propio ámbito de vida aunque también seamos severos con quienes abusan y nos perjudican con sus actuaciones siempre en todos los segmentos de la población.