La Agricultura como la acción de cultivar la tierra y obtener de ella alimentos se sitúa en la historia de la humanidad hace aproximadamente unos 11-12 mil años. Suele hablarse del cambio del comportamiento humano pasando de una vida nómada a sedentaria.
Esa es la antigüedad, más o menos, de esta profesión tan digna que junto a la ganadería alimenta a la Humanidad ya muchos siglos.
No nació (parece ser) precisamente en la que se suele llamar “vieja Europa”, sino que pudo hacerlo en Oriente e incluso en América según los autores. Pero sí que en este viejo continente a mediados del siglo pasado y como consecuencia de las sucesivas guerras mundiales que sufrieron fundamentalmente los países europeos, acordaron unos cuantos hombres estadistas de diferentes países crear mediante el Tratado de Roma lo que al principio fue denominada la “Comunidad del Carbón y el Acero” que enseguida se convirtió en la CEE o Comunidad Económica Europea que incluyó como principal objetivo el asegurar la alimentación de la población europea. Tanto fue así que prácticamente desde el principio el presupuesto más importante de la unión se destinó a la Agricultura.
Esta realidad vino a confirmar que lo más importante para el hombre es su alimentación. De hecho sigue hablándose continuamente de la creciente necesidad de alimentos para la población mundial que no para de incrementarse e incluso se teme que hacia el año 2050 pudiera producirse desabastecimiento.
Esta realidad hizo a la ya CEE establecer una serie de mecanismos que aseguraran la producción de alimentos como las restituciones a la exportación y otros que facilitaron el objetivo, y así fue hasta el punto de generarse incluso (en el seno de la Unión) excedentes de cereales o productos procedentes de la leche que en absoluto se desperdiciaron, sino que sirvieron para enviar a otras partes del mundo para su alimentación.
Pues todo ha cambiado y las políticas que se han establecido de modo prioritario son tan preocupantes y desmotivadoras que en la actualidad pocos son los que deciden dedicarse a esta profesión tan digna e importante para el mundo.
Este sector primario que a su vez ha sido el sustento y mantenedor de las zonas rurales lleva ya muchos años languideciendo. A día de hoy la población activa agraria tiene una edad media próxima a la jubilación. Tenemos agricultores activos en La Mancha conquense con más de ochenta años. Y es que la dureza del medio, pero sobre todo las políticas que en materia de agricultura se vienen llevando a cabo ya muchos años han hecho que los propios agricultores hayan sido los que con un esfuerzo extra dirijan a sus hijos hacia cualquier otra profesión alejada del sector primario. Hay una frase que se escucha demasiado en los pueblos que sentencia “la agricultura es lo último”, o “la agricultura es lo más tirado”.
Pero es que vivimos momentos mucho más duros cada día que pasa. Los continuos cambios en la política agraria hacen que “la hemorragia” que sufre el sector sea más alarmante cada vez. El profesional del campo ya no tiene su pensamiento en cómo producir más y mejor cada día, se tiene que dedicar a pensar en no producir, a tramitar papeles gran parte de su tiempo.
En cuanto al modo de realizar el trabajo lo están dirigiendo más podría decirse a lo que hacía el hombre en sus inicios de su aparición sobre la tierra, es decir a su condición de nómada. Esto a los que no vivan de cerca al sector puede resultarles extraño, pero es una realidad. Se prima el no labrar la tierra, no buscar aumentar la producción y la calidad de la misma, …., en definitiva están dando la puntilla a un sector que por otro lado se considera estratégico para la humanidad.
El trabajo de estos grandes profesionales siempre ha sido mal pagado a pesar de la dureza del mismo, y continuamente se está haciendo referencia a los productos procedentes de la tierra como los responsables del famoso IPC o inflación (cuando es elevado). Y quizás ese sea el auténtico problema, que los salarios de los que trabajan sentados en el despacho son mucho más elevados que los de los que producen alimentos para todos. Los pocos que quedan siguen gracias a su pericia a la hora de desarrollar su trabajo obteniendo mejores y mayores producciones, pues en muchos casos los precios siguen siendo los mismos o menores que hace décadas.
Estas políticas nuevas y que cada día ahogan más al productor son las dirigidas al falso ecologismo visto desde el despacho de la ciudad (o no) con el aire acondicionado y la comida asegurada a buen precio. Y además se hacen por gente que no conocen “la tierra” nada más que de salir a hacer una barbacoa que no saben manejar y suele terminar en los incendios que originan las prohibiciones que afectan a los agricultores que serán los que mejor saben cómo y cuándo manejar el fuego.
Así estos burócratas, que deciden con cualquier parte del cuerpo menos con la cabeza, imponen modos de cultivo y de manejo de la tierra que no tienen “ni pies ni cabeza”. Por ejemplo que los cultivos de árboles o arbustos tienen que hacerse sin labrar la tierra, y esto sin diferenciar entre las zonas donde la lluvia es generosa y permite alimentar el cultivo y debajo una cubierta vegetal, como en las zonas donde las precipitaciones son incluso insuficientes para el cultivo.
Y así un largo y tortuoso reglamento que pretende regular en este momento la PAC (política agraria comunitaria) en el periodo del 2023 al 2029 aproximadamente.
Además son “vagos redomados“, pues las normas que regirán la campaña que en Andalucía, Extremadura, y parte de Castilla-La Mancha (además de parte del resto de España) ya se han iniciado aún no están escritas. Con lo que cuando las terminen y publiquen habrá zonas donde algunos cultivos estarán casi recolectados y penalizarán a los agricultores por lo que han dejado de hacer por no saberlo.
Es de locos lo que el campo está viviendo. Y esto sin olvidar la barbaridad de condicionantes y prohibiciones que se imponen a los productores españoles, en este caso, y que se les olvidan cuando ven que la inflación se les dispara importando productos de cualquier lugar del mundo sin las exigencias que aquí se tienen establecidas. Por ello comemos ajos chinos, naranjas marroquís o de Sudáfrica, o espárragos de Sudamérica. Y ahora nos asustamos por la escasez de alimentos como consecuencia de la guerra de Ucrania.
Así llegará el año 2050 y faltarán alimentos. Y comeremos cualquier cosa sin ningún tipo de control y de cualquier parte del mundo donde no se parezca en nada el modo de producir al europeo (respetuoso con el medio ambiente, con legislación laboral justa y con productos de una calidad excelente).
Y mientras no se valore el trabajo de los que nos dan de comer al menos como el de los que en el despacho hacen estas leyes incongruentes, ilógicas y tardías, no tendremos asegurada una correcta y sana alimentación para la población mundial. Y si quieren mejorar y abaratar esos alimentos que dejen el despacho y vengan “al lugar” a coger el tractor y la azada a hacer simplemente lo que ellos escriben en los reglamentos.