“Con la efigie del amor se acuña mucha moneda falsa.” Platón.
El homo sapiens es también sentimental, pues su interioridad está ocupada por un sinfín de deseos cuyo cumplimiento o frustración experimenta en forma de sentimientos positivos o negativos. Los sentimientos reflejan el grado de realización personal y de autoestima. Se pueden describir con estas características:
Nos conmueven desde dentro.
Son estados de ánimo siempre presentes que repercuten en nuestra conducta.
Pueden ser pasajeros como una pequeña alegría o un enfado sin importancia.
Pueden ser complejos como la felicidad o la depresión, y violentos como las pasiones.
Su gama es amplia y por eso mal conocida.
Con frecuencia pesan en nuestra conducta más que nuestras razones.
En cierto modo tenemos dos inteligencias: la racional y la sentimental y nuestra conducta está determinada por ambas.
Frente a quienes han propuesto un ideal de razón liberada de los impulsos sentimentales (estoicismo ), o plegada a ellos ( romanticismo ), parece más razonable la armonía entre cabeza y corazón. Daniel Goleman, psicólogo de Harvard, utiliza en su libro “ Inteligencia emocional” los términos sentimiento y emoción de manera equivalente.
La educación tradicional ha puesto casi toda su confianza en el coeficiente intelectual (CI), pero es frecuente encontrarse con personas de elevado CI que no saben manejarse en la vida y otras con menor CI que triunfan en la vida profesional y familiar.
Siguiendo a Goleman el éxito en la vida se identifica con un conjunto de habilidades que denomina inteligencia emocional, entre las que destaca el conocimiento de uno mismo y de los demás, el autocontrol y la capacidad de motivarse.
Si una persona se gradúa en una ingeniería con unas notas sobresalientes, significa que su inteligencia matemática es excelente, pero nada nos dice de su manera de reaccionar ante los problemas de la vida. El grado de dominio emocional que alcance cada persona marcará la diferencia entre quien lleva una vida equilibrada y quien hace de su existencia un fracaso.
Sócrates nos enseñó que el conocimiento propio constituye la piedra angular de la inteligencia emocional. No se trata de un enfermizo afán de introspección, si no de procurar no ser para uno mismo un desconocido.
Parte importante del conocimiento propio es advertir nuestra natural tendencia a exculparnos, y admitir la responsabilidad que tenemos en la mayoría de nuestras acciones y omisiones.
¡ Y estamos en un tiempo que …, qué les voy a contar.!