La psicología humana no nos permite ver a nuestros semejantes como cuerpos neutros, sino como personas con una riqueza subjetiva que captamos mediante los afectos. Se trata de un conocimiento pintado por sentimientos diversos: aprecio o desprecio, amistad o indiferencia, admiración o envidia,…
Muy por encima de los demás sentimientos, experimentamos el amor como el más radical y esencial de todos, pues hace vibrar nuestras fibras más profundas. Junto a la preservación de la propia vida, lo que más necesitamos es amar y ser amados. El amor aparece así como un principio constitutivo de la personalidad humana, origen de la tendencia natural a una realización vital reciproca.
En sentido amplio designa la relación entre padres e hijos, entre una persona y sus ideales, su patria, la naturaleza,… En su sentido más común designa un tipo especial de relación netre hombre y mujer cuya primera etapa suele ser el enamoramiento, descrito por Ortega y Gasset como una alteración “patológica” de la atención.
En tres versos, Borges nos deja leer el pensamiento de un enamorado:
“ Debo fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo tú eres. Tú, mi desventura.
Y mi ventura, inagotable y pura”.
Pero el enamoramiento no puede mantenerse mucho tiempo, porque la vida humana implica una pluralidad de actividades que impiden el arrebato permanente.
En el enamoramiento somos sujetos pacientes de un sentimiento, pero en su desarrollo somos sujetos agentes de un proceso voluntario.
Platón en el Banquete, explica que el auténtico arrebato amoroso nos transporta por encima del espacio y del tiempo, y nos hace desear que el instante sea eterno.
Ese deseo excita en el alma- así lo interpreta el filósofo- el vago recuerdo de su origen y la nostalgia de una felicidad perdida. Entonces Eros, el que proporciona alas, ayuda al conmovido por la belleza a volar hacia la compañía de los dioses, y el alma se aficiona a contemplar y disfrutar lo divino.
¡La primavera ha llegado!