El recurso más deseado y necesario, el agua
Vivimos en una región ávida de agua, con una precipitación media en La Mancha baja de Cuenca de 415 l/m2. Se trata de un recurso que debemos aprovechar con la mayor eficiencia posible.
Nuestra región tiene aproximadamente un 14 % de sus tierras en regadío en relación a toda la superficie cultivada. Esta cifra casi se ha duplicado en los últimos treinta años. Cuando yo estudiaba estábamos en el entorno del 7 % sobre tierras labradas.
La Mancha es una región donde, sobre tierras cultivadas dentro de España, tenemos un menor índice de regadío, respecto a comunidades extensas como Andalucía o Aragón, pero también respecto a otras más pequeñas como todo el arco mediterráneo, La Rioja, Navarra…
Estas son algunas cifras que ya nos dan una idea del porqué, desde un punto de vista agrícola, hay zonas más ricas que otras. Y esta circunstancia se nota en la despoblación de las zonas rurales.
Dentro de nuestra comunidad autónoma, Cuenca es una de las provincias con menor índice de regadío junto a Guadalajara. Y, efectivamente, son las dos provincias en las que salvo algunas comarcas puntuales, el nivel de riqueza es más bajo, y por tanto el fenómeno de abandono de los pueblos no para de crecer. Ello se traduce en una injusticia muy significativa para las gentes que tienen el arrojo de seguir viviendo en estas comarcas. Y luego se habla de solidaridad interterritorial…
Pero quedándonos en Castilla la Mancha, uno está cansado de las quejas que durante toda mi vida he escuchado respecto del agua del trasvase Tajo-Segura. Pues claro, lo que ese canal transporta es “riqueza”. Pero resulta que los mismos que tanta demagogia gastan en el tema son los que han tenido la posibilidad y responsabilidad de poner soluciones y no lo han hecho. Con todo el poder en sus manos, coincidiendo gobiernos del mismo color en Madrid y Toledo durante muchísimos años no han movido un dedo realmente para corregir esta inmoralidad. Pero es que la realidad es tan tozuda, que basta con pensar un poco y se comprende rápido cómo nos han estado engañando.
Se iba gritando la oposición al trasvase y lo que se podría desarrollar nuestra región con ese agua, pero ni una sola infraestructura que pudiera aprovecharla. ¿Es esto engañar o no al ciudadano?
Por fin se hace algo, el proyecto de “la tubería de la llanura manchega”, para abastecer municipios muy importantes de La Mancha donde se consume un agua que en escasas ocasiones cumple con las exigencias de la Organización Mundial de la Salud. Y este proyecto parece haber terminado después de veintitantos años, pero no se pone en marcha. Hay quienes dicen incluso que algunas infraestructuras que lo conforman ya sufren actos vandálicos como consecuencia de su abandono. ¡Qué triste es esta realidad!
Pero en materia agrícola el despropósito es aún mayor. Después de ser una de las zonas con menor superficie de cultivo regada, lo que viven nuestros agricultores es un sinvivir. Si riegan algo es gracias a su sacrificio y trabajo. Les ha tocado recurrir a zahorís que les marquen pozos en ocasiones para parcelas de superficie insuficiente. Con la inseguridad de si encontrarán el preciado bien o no. Cuando el zahorí se equivoca, o no profundizan lo suficiente por lo costoso que será el aprovechamiento, tienen que buscar suerte en otro punto. Y cuando se alegran al ver como brota el agua, a veces es peor por ser sondeos con gran cantidad de arenas u otros problemas que los hace inservibles o no rentables por los equipos que se destrozan al ponerlos en marcha. Y sin entrar a hablar de la complejidad y tardanza en lograr las correspondientes autorizaciones.
Cada día las restricciones son mayores. Los Nuevos Planes de Cuenca recortan las dotaciones de riego hasta no ser rentables los cultivos. Esto a pesar de ser líderes nuestros “hombres del campo” en el manejo del agua mediante sistemas de riego localizado difíciles de mecanizar por las escasas dimensiones de las explotaciones.
En fin, lo que en otras zonas de España han sido Planes de Regadío desarrollados y financiados por la administración, con ingenieros calculando y dirigiendo las obras para aportar seguridad total en los proyectos de grandes superficies de terreno, poniendo el agua a pie de parcela, en Castilla la Mancha son las pequeñas explotaciones que “se han tenido que buscar la vida” financiando con fondos propios (en su mayoría), sin apoyo técnico ni a la hora de arriesgarse a un sondeo sin un “corte geológico” que asegure algo la posibilidad de encontrar horizontes de terreno con materiales con capacidad de acumulación de agua.
Nuestra gente arriesgó demasiado en ocasiones para lograr mantener en pie su modo de vida, y han innovado, han transformado los cultivos que dejaban de ser rentables y así han conseguido a su vez mantener un importante tejido productivo que sigue fijando población a duras penas.
De ahí que a pesar de esa creencia de que los agricultores están demasiado subvencionados, los que se mantienen en activo no paran de disminuir. Y por la falta de rentabilidad real de sus fincas hace a los existentes cada vez más envejecidos y dirigen a sus hijos a un modo de vida urbana, y siempre lejos del campo que les vio nacer.
Por ello esta gente “pegada a la tierra” tiene un carácter tosco y aguerrido. Sufridores angustiados que tienen cada día más dificultades para desarrollar su trabajo. Son innumerables los condicionantes legales que deben cumplir cada día. En ocasiones como consecuencia de infracciones cometidas por los urbanitas que a veces buscan en el agro algún tipo de especulación o entretenimiento. Los que marcan el precio de la tierra no son los agricultores que la trabajan, son los que desde otros sectores buscan refugio al dinero opaco.
Esperemos que algún día nuestros dirigentes se pongan en el lugar de los que trabajan en estos parajes y entiendan la realidad del medio rural, al que acuden cuando vienen a él los fines de semana a disfrutar como en ningún otro lugar.
En esto (entre otras muchas cosas) deben pensar cuando hablan de solidaridad interterritorial, del “robo de nuestra agua”, o de sus planes contra la despoblación.