La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Posmodernidad: Posverdad y corrección política (I)


“El señor Hearst (editor de periódicos y dueño de cadenas de radio y TV), en su larga y poco honorable carrera, ha inflamado los ánimos de los americanos contra los españoles (explosión del Maine); de los americanos contra los japoneses; de los americanos contra los filipinos; de los americanos contra los rusos. Y para orquestar sus incendiarias campañas ha impreso retorcidas mentiras, documentos inventados, historias de falsas atrocidades, delirantes editoriales, fotografías sensacionalistas, montajes de todo tipo al servicio de su patrioterismo violento.”
Ernest L. Meyer – periodista que escribió su semblanza.

Privadas del horizonte trascendente, las ideologías han propiciado tiempos de nihilismo y pérdida de sentido. Esa nueva situación se conoce como posmodernidad y entre sus productos están la posverdad y la corrección política.

La palabra posmodernidad fue acuñada en 1979 por Lyotard, un profesor de la Universidad de París. La usó para describir un tipo de sociedad donde cada grupo defiende su verdad y establece su propio lenguaje, sin que sea posible llegar a consensos amplios. Hacia el año 2000, el filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman, al poner como título a uno de sus libros “Modernidad líquida”, consagró una de las metáforas más acertadas sobre la posmodernidad.

La posmodernidad no tiene escuela filosófica ni propuesta ética. Tiene pensadores que intentan explicar lo que ven, levantar acta de los cambios que han experimentado las sociedades y las conductas, con una imparcialidad que les permite alabar unos aspectos y deplorar otros. Si celebran el fin de las utopías, de las cosmovisiones y de los rigorismos morales, también denuncian la sobredosis de información, el consumismo compulsivo, el individualismo insolidario y la multiplicación de las adicciones.

En este sentido los títulos de sus libros no pueden ser más elocuentes: “La era del vacío, El crepúsculo del deber, El imperio de lo efímero, La sociedad de la decepción, Cultura y simulacro, Modernidad líquida, El pensamiento débil,…”

Los principales representantes del pensamiento posmoderno son el italiano Vattino, el polaco Bauman, el norteamericano Rorty, el alemán Sloterdijk y los franceses Lyotard, Derrida, Deluze, Baudrillard y Lipovetsky. Woody Allen, no forma parte de ese grupo, pero en sus películas muestra de manera insuperable nuestra modernidad líquida, donde las ideas de Nietzsche y Feud han calado hasta provocar una profunda inmersión de la moral pensada y vivida.

La posmodernidad es relativista, no admite que una cultura pueda ser verdadera, superior o mejor que otra. Todas le parecen igualmente respetables. En consecuencia, hemos de asumir el disenso, la disgregación social y los localismos. Ahora solo caben acuerdos parciales, temporales y siempre revisables, para lograr una convivencia que a veces tiende a ser una mera supervivencia.  

 

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