Hace ya algún os años publiqué este artículo sobre la situación en la que, ya entonces, se encontraba uno de los monumentos más importantes de nuestra ciudad. La iglesia de la Virgen de la Luz, o de San Antón, que de las dos formas se llama por su especial devenir histórico, remodelada en pleno siglo XVIII por el arquitecto turolense José Martín de aldehuela, quien durante muchos años fuera maestro mayor de obras del obispado, es uno de loas muestras más impresionantes del estilo barroco de nuestra ciudad, un barroco que está emparentado con las hermosas iglesias centroeuropeas. El artículo está fechado en 2001, y desde entonces, lejos de haber sido restaurada como lo merecía, hemos podido ver como su estado de deterioro se ha ampliado, hasta el punto de que, en los últimos meses, ha sido incorporado a la lista roja del patrimonio, que promueve una asociación como Hispania Nostra. Y abandonada por todas las corporaciones municipales que en estos veinte años se han venido sucediendo en nuestro Ayuntamiento, propietario del edificio desde hace ya doscientos años, de no remediarlo, es seguro que próximamente pasará a ocupar un puesto de honor en la lista negra, la que hace referencia a aquellos monumentos y objetos de interés cultural cuya destrucción será ya irreversible. Por todo ello, considero adecuado recuperar aquel texto, que sigue siendo, a nuestro modo de ver, de completa actualidad:
“El Señor Provisor y Vicario General de esta Diócesis, en su oficio de 3J de enero de este año, me dice, hablando con todos los Hermanos Mayores de los Santos Pasos que se hallan depositados en la Parroquial del Señor San Esteban, conforme con la determinación de esta Muy Noble y Muy Leal ciudad, que teniendo que colocar a Nuestra Señora del Puente, su Patrono, con San Antonio Abad, en su antigua yglesia y altar mayor, para lo que ha dado y da este Ylustre Ayuntamiento las disposiciones necesarias a la más decente colocación de dichas ymágenes, invita a dichas hermandades a que, permaneciendo como tienen manifestado querer trasladarlas a esta yglesia desde la citada de San Esteban, lo executen previo el uniforme consentimiento de todas ellas, con el bien entendido de que no quieren exijir ni grabarlas en otra cosa más que cada una respectibamente costee la colocación del altar adonde habían de permanecer los citados pasos, lo cual haría de hacerse con la decencia que es debida y corresponde a tan preciosas efijies. ”
De esta manera comienza .una, carta que fue enviada por el Ayuntamiento de Cuenca en 1818 a las hermandades que aún entonces componían el cabildo de la Vera Cruz -y que a mediados de aquella centuria pasaría a ser la Archicofradía de Paz y Caridad-, y se encuentra en el archivo de la Hermandad de Jesús con la Caña. Hace referencia al deseo manifestado por los hermanos del cabildo de ocupar los todavía vacíos altares laterales de la iglesia de la Virgen de la Luz -llamada hasta principios del siglo XIX con la primitiva advocación del Puente-, recientemente recuperada para el culto después de haber sido desamortizada a finales del siglo anterior, gracias a la concesión de titularidad que se le ha había hecho al Ayuntamiento de la ciudad. Hay que recordar que la primitiva iglesia del cabildo, la ermita de San Roque, había sido destruida por los franceses pocos años antes, y en aquel momento las imágenes debían encontrarse apiñadas en una iglesia no demasiado grande, como era la de San Esteban.
La pequeña ermita de Nuestra Señora del Puente había sido edificada en la ribera del Júcar en la Edad Media, y a su lado se habían instalado, ya en el siglo XIV, los religiosos antoneros. En los años veinte del siglo XVI se construyó una hermosa portada plateresca, una de las joyas de nuestro arte renacentista, gravemente herida en la actualidad por el mal de la piedra, hasta el punto de que se encuentra en serio peligro de desintegrarse. Y en el siglo XVIII, el arquitecto turolense José Martín de Aldehuela, llegado a Cuenca para construir la iglesia de San Felipe Neri, le dio por fin el aire barroco, al estilo de Borromini, y del rococó centroeuropeo, que aún conserva, convirtiéndola en una de las obras maestras del Barroco dieciochesco. Es, quizá, la más nazareno iglesia de Cuenca: pero también es uno de nuestros más importantes monumentos, tanto por su planta, digna de haber aparecido reproducida en algunas de las más importantes enciclopedias de arte, como por los dibujos de su cubierta, otra vez en peligro de desaparición por las grietas que en ella se están abriendo.
El ayuntamiento de Cuenca, como propietario actual del templo, tiene la responsabilidad de no dejarlo perder. Y en lugar de cuidarlo como debiera, lo único que hace es construir al lado del mismo, en el lugar donde anteriormente estuvo el cementerio de la iglesia, un aparcamiento de dudosa utilidad que está afectando gravemente a las estructuras de la iglesia. Porque todo el mundo puede ver a simple vista como las grietas que cruzan las pinturas de los frescos se están haciendo mayores, tanto en anchura como en longitud; seguro que también en profundidad.; incluso están apareciendo otras nuevas, como la que traspasa de parte a parte el ángel que corona el altar del Paso del Huerto. De esta forma, la excelente labor llevada a cabo hace algunos años en el camarín de la Virgen, que da precisamente al extremo en el que se están llevando a cabo las obras del aparcamiento -un aparcamiento que podría haberse realizado en algún otro espacio cercano, con menos problemas de accesibilidad y, desde luego, menos agresivo con el patrimonio conquense-, no habrá servido para nada.
Cuenca es Patrimonio de la Humanidad, pero con políticas como la que está desarrollando nuestra corporación municipal, ese patrimonio que heredamos de nuestros antepasados está condenado a desaparecer. Buen ejemplo de ello es esta iglesia de Nuestra Señora de la Luz, la más bonita de cuantas engalanas la ciudad del Júcar, junto a la de San Felipe, obra también de Martín de Aldehuela. Una iglesia que necesita urgentemente una campaña de restauración para evitar que se nos hunda en los próximos años. El ayuntamiento, como propietario, es quien tiene la responsabilidad de que ello no suceda, aunque teniendo en cuenta otras actuaciones de la corporación, destructoras del patrimonio conquense -no creo necesario recordarlas; están en la mente de todos-, poco se puede esperar si la presión ciudadana no toma otro tipo de medidas. Todo será bueno con tal de que la recoleta iglesia de San Antonio Abad, que así también se llama, pueda salvarse.